La infancia es donde se construyen las bases de la personalidad y las experiencias que se tienen en esta etapa decisiva de la vida marcan la trayectoria de las personas, quedando registradas en su memoria emocional. En toda infancia es posible encontrar situaciones límite o dolorosas, pero afortunadamente la mayor parte de los niños cuenta con personas que los protegen y están atentas a sus necesidades en el momento oportuno. Sin embargo, existe un número importante de niños que no tienen esa posibilidad. El sufrimiento y el dolor que viven los niños maltratados y abandonados no deben dejarnos indiferentes. Esto hace necesario asumir desde la posición de cada cual una actitud proactiva en favor de los niños.
En su libro "Historias imborrables", Rosario Moreno, periodista y profesora de la Universidad del Desarrollo, recoge, junto a cinco alumnos de esa institución, el relato en primera persona de niños, padres, jueces y funcionarios del Sename.
Se trata de un libro escrito desde las experiencias, que resulta muy duro de leer porque sabemos que lo que está descrito es verdad. Nos enfrenta a una realidad que es indispensable mirar de frente, si se quiere cambiar la situación de los niños y niñas que están bajo la custodia del Estado por las difíciles situaciones de vida a las que han estado sometidos.
Existen 790 centros colaboradores y 61 centros de atención directa que se hacen cargo de niños vulnerados. Es evidente que en muchos de ellos hay graves falencias técnicas y de infraestructura, lo que ha llevado a plantear la necesidad de una profunda reforma del sistema.
Pero, ciertamente, sería injusto poner en este organismo del Estado y sus funcionarios toda la responsabilidad sobre la difícil condición que viven estos niños. Hay que ir a las causas, que se originan en situaciones de pobreza extrema y en la ausencia de políticas para fortalecer a la familia en el cuidado de sus hijos.
Las difíciles condiciones de trabajo con adolescentes y niños que han sido dañados por sus historias de vida ciertamente son un desafío que requiere capacitación, supervisión y de mucho apoyo técnico para que haya cambios urgentes en los sistemas de atención.
La responsabilidad sobre el sufrimiento de los niños vulnerados es de todos. Por lo tanto, preocuparse de su protección y el respeto de sus derechos, es un desafío impostergable.