"Un poema es un fenómeno gráfico, mental y sonoro. En cierto modo, un verdadero poema es una partitura", declara David Rosenmann-Taub y, en consecuencia, su proyecto completo está atravesado por el imperativo de dejar en evidencia las máximas posibilidades sonoras de la poesía, aproximándola de este modo a la música. El ritmo, los silencios, las rimas externas e internas, los quiebres métricos, las modificaciones en la prosodia, las aliteraciones y demás figuras que apelan a la construcción controlada de una musicalidad son esenciales en su obra: "Poesía es un fenómeno rítmico-lingüístico".
Este proyecto se inicia con la publicación de
Cortejo y epinicio (1949), libro que para otros poetas, sus compañeros de jornada (Alberto Rubio, Luis Merino Reyes, Antonio de Undurraga, Augusto Iglesias), tuvo un impacto del cual quedan numerosos testimonios.
En
Jornadas -que reúne obras escritas entre 1935 y 2001, algunas ya publicadas, aunque corregidas, y otras inéditas- el lector puede experimentar todos los componentes y variantes de su registro poético. De los textos de este libro sobresale la importancia esencial que tiene el silencio con sus distintos matices e intenciones. Él mismo indicó: "El silencio es fundamental en poesía. La sonoridad del silencio. De lo contrario, el verso no ocurre. El no tener conciencia de este silencio, que implica cesura, o paso de un verso al siguiente, de una estrofa a la otra, me ha demostrado hasta dónde lo que se escribe en aparente forma poética no es poesía".
Entre las muchas figuras que utiliza es necesario destacar el oxímoron que despliega en múltiples matices y variables no solo conceptuales, sino también sonoros. La tensión no surge de la conjunción de conceptos meramente antitéticos, sino de un dislocamiento oblicuo que atraviesa versos enteros. Ello se debe, acaso, a que uno de los temas centrales de sus versos es un diálogo crispado y lacerado del poeta con Dios, del sujeto con el cosmos y sus leyes, del deseo y la frustración del deseo. Un ejemplo de esta invocación desgarrada es "¿Julepes, deidad? Nadie / constándole que existes, / atea sed rebosa / tu inexistencia. Crédula / sed alza tu existencia / sabiendo que no existes".
Su obra evoluciona. En sus últimos textos abundan poemas cortos, con una métrica breve, marcados por un ritmo en constante aceleración y ascenso, o bien por abruptas detenciones estáticas. Para lograr estos efectos, Rosenmann-Taub recurre con frecuencia a los "dos puntos", que los emplea con gran maestría como verdaderos atajos semánticos, sonoros y gráficos: los versos se precipitan o son lanzados en una suerte de disparos en los cuales el poeta ahorra el máximo de recursos: "Con pringue Gracia me acuno: / me ensalmuero: / "Vales, cena de harto ayuno: / escala del nueve al uno. / ¿travesaño, el alma? Cero" // Vil: dolor / Medio tranco / -vagido agonizador- / y pisotear barranco. // Con la abeja / lucha la miel y se queja. / Mi bulimia de alegría: / pan fresco que no se enfría".
Una labor de concentración semejante se aprecia en otros libros y los versos se reducen a una o dos palabras, como chispazos absortos: "Templo: quimera a la deriva", "Al rey, su trono / su culo, al mono". "La montaña es su abismo", "Despertar: terso error".
Otro recurso que aparece con frecuencia son las comillas para resaltar un diálogo o conversación dentro del poema. El poeta está permanentemente haciendo preguntas, conversando, relatando, en tono bastante coloquial e, incluso, sarcástico. Con todo, ese conversar y preguntar introduce inflexiones sonoras, saltos y entonaciones que interrumpen la linealidad plana del verso.
En este múltiple empeño, la poesía de Rosenmann-Taub se torna fronteriza: es una obra extrema cuyo autor es poeta de extremos en el sentido de que, como lo señalara Joseph Brodsky, "cualquier palabra pronunciada requiere de algún tipo de continuación: lo pronunciado nunca es el fin, sino el extremo del habla". El esfuerzo de Rosenmann-Taub por la negación de todo lo superfluo en su decir coloca sus versos en el límite de la inteligibilidad: al querer liberar al lenguaje poético, desesperadamente, de su propia masa y de las leyes de gravedad de la lengua, el tema se desmenuza y salpica cuando choca con las pausas, las rimas o las imágenes.
El recorrido de un creador que pone en obra esta poética no puede ser sino solitario y a menudo incomprendido.
Auge (el título de uno de sus libros) en griego antiguo significa "luz brillante", brillo que refleja un estar vivo, un nacer, pero que también puede enceguecer. Es el riesgo de poetizar en las extremidades del habla.
Es preciso subrayar, para concluir, que la búsqueda de Rosenmann-Taub nunca extravía la dirección, esto es, logra la mayor carga de sentido a través del verbo: "La sonoridad, el silencio y el ritmo, al servicio del sentido, nunca tan indispensables como en poesía" y, en otra parte, insiste: "Todo es para el contenido. Si no hay contenido: nada".
David Rosenmann-Taub Santiago, 1927
Poeta, músico y artista chileno radicado en Estados Unidos. Es autor de más de veinte libros de poemas, entre los que figura
Cortejo y epinicio (1949), nombre con el que en 2013 tituló una tetralogía compuesta por
El zócalo , El mensajero , La opción y La noche antes . Suyas son también las antologías ´
Me incitó el espejo , El horizonte cruza la casa , Multiverso y El duelo de la luz .