Lamentablemente ninguna vida está exenta de situaciones dolorosas o problemas que se tienen que comunicar a los niños. Dar una mala noticia en forma apropiada, ya sea una enfermedad, la muerte de alguien querido o el divorcio, es uno de los mayores desafíos en la comunicación.
Siempre es necesario hacerlo cuidadosamente , para disminuir el impacto que puedan tener en la mente de los niños. En ningún caso la opción es engañarlos. Ellos tienen derecho a la verdad y, por lo demás, se van a enterar de una u otra forma. Es preferible que lo sepan por personas que se sientan realmente queridos. Eso es parte de un buen manejo de las situaciones críticas.
Para ello es deseable darse un tiempo para pensar qué y cómo se van a transmitir las malas noticias. Esto hace que se esté más sereno al momento de comunicarlas, aunque raramente se diga exactamente lo que se pensó. Hay que encontrar el tono emocional y las palabras adecuadas, que sin eludir lo que se necesita decir ni recurrir a eufemismos, se les pueda informar de lo sucedido.
Es aconsejable buscar un lugar tranquilo donde esté protegida la intimidad y sea posible expresarse emocionalmente con libertad, sin que se produzcan interrupciones indeseables. Idealmente, la relación debe ser uno a uno para poder acoger con más profundidad las emociones. Si hay dos hermanos, a veces resulta difícil contener a uno o a otro, por la diferencias de su personalidad o de su desarrollo. Por ejemplo, frente a la noticia de la enfermedad de algún familiar, el niño puede sentirse cohibido de preguntar por la presencia de un hermano menor. Después se puede crear un espacio para una elaboración conjunta.
Es esencial ser empático con las emociones que vayan surgiendo en el diálogo, estar atento a contenerlas dando cuenta de que se está conectado con lo que el niño siente. No hay que trivializar las situaciones o los contextos emocionales. La actitud y la tonalidad emocional deben estar en consonancia con lo que se está diciendo.
Las malas noticias son dolorosas y no hay manera de transformarlas en buenas. Sin embargo, su impacto se puede mitigar con un contexto afectivo contenedor, donde el niño tenga un lugar seguro para acudir en busca de protección y consuelo, y ese lugar lo constituyen sus personas más queridas.