Dicen que si un adjetivo no da vida, mata. "Una 'e doh", como dice la Herminia. Ella se refiere, claro, a las salsas. Y por eso es que tiene una dosificadora mano que el cielo se la guarde...
Pensábamos en esto sentados en La pescadería de Walker. Hay que reconocer que el estilo que se le ha impuesto es muy peculiar y lo transforma, posiblemente, en el único lugar de Chile que lo exhibe: el de la cocina de Nueva Orleans y en general, de Louisiana, donde se mestizan las tradiciones franco-americanas y las sazones negras del Caribe. Es un estilo que recuerda al de ciertas cocinas de la India, cuya profusión de aromas es tal que, al cabo, la identidad del producto termina desapareciendo bajo tantos deliciosos afeites.
Quien venga a este restorán y pida, por ejemplo, un tártaro de atún mediterráneo ($9.800), se encontrará con un plato cuyo primer bocado causa la sensación de "¡rico!": una combinación poderosa de sabores que impacta. Pero luego, como nos pasó a nosotros, quizá piense: "¿Pero no era esto pescado? ¿Dónde está el atún?". Sin duda está, pero tan acicalado que no se lo advierte. "¡Pues, yo quería comer atún!". El plato no nos desagradó, pero quedamos con la nostalgia de atunes... Es, sin duda, una cuestión de estilos.
Algo parecido nos pasó con el salmón blackened ($11.800), plato muy popular en esas partes de los Estados Unidos. Se trata de un trozo de salmón cocido "a la chilena" (es decir, sobrecocido, para cierto gusto imperante), que va aliñado con una poderosa mezcla de especias, entre las cuales hay mucha pimienta, ají de cayena y otras de aroma y sabor fuertes. El plato viene acompañado con una porción de
dirty rice (arroz "sucio"), también típico de la cocina cajun, y con otra de coleslaw, la ensalada estadounidense de repollo y zanahoria aderezada con mayonesa, vinagre o mostaza y otras cosas. Comencemos por esta última: muy rica y fresca, fue un bienvenido contraste con la agresividad del salmón; nos trajo agradables recuerdos de cuando éramos colegiales en aquellas partes del mundo. El arroz "sucio", que es parecido al arroz chaufa, nos pareció que desmerecía por el añadido, innecesario y prosaico, de granos de choclo, que en cierto modo lo abarataron. En fin, vengamos al salmón: de nuevo, ricos bocados, pero hubiéramos preferido que supieran más a salmón. Bocados suculentos, sin duda; pero nosotros queríamos salmón...
De postre catamos una torta de chocolate con frambuesa ($3.900), estilo
death by chocolate, muy buena, con la cual se corona fácilmente cualquier sucesión anterior de platos. Si Usía nos perdona el exceso de anglicidades,
all is well that ends well. Servicio correcto y rápido. Si quiere comer cajun, venga. Nosotros creemos que los pescados chilenos son tan excelentes que no necesitan adjetivos que los vivifiquen, y que casi todos estos los matan.
Monseñor Escrivá de Balaguer 6400, local 4-A. 2 2481 8803.