La transición a primero básico es un cambio tan fuerte para muchos niños, que puede significar una ruptura con la magia de aprender jugando que caracteriza la educación inicial. Pasar de un lugar cálido y aceptador, como suelen ser los jardines infantiles, a un espacio educativo regulado y con mayores exigencias, es muy complejo. Se corre el riesgo de que el colegio sea percibido por los niños como poco amistoso, muy demandante y con poco lugar para jugar. Esto no es solo una percepción subjetiva, sino que lamentablemente tiene mucho de realidad.

Los comentarios de Elisa a su mamá, al terminar el primer trimestre de su primer año básico, describen muy bien lo que suelen sentir los niños. Elisa decía: "No me gusta este curso. Es muy difícil, me dan muchas tareas y las pruebas son muy difíciles. Echo de menos a mi profesora del año pasado. La de ahora me reta mucho y no me encuentra nada bueno. Me reta cuando converso y no nos deja jugar"

Es necesario cuidar que la transición y sus exigencias asociadas no abrumen a los niños. Una experiencia poco gratificante puede hacer que circulen en relación al colegio emociones negativas, lo cual puede crear sentimientos de rechazo al aprendizaje. Es peligroso que esto suceda cuando se está empezando la vida escolar y queda aún tanto camino por recorrer. Es muy desalentador para los niños percibir la nueva situación escolar como llena de obstáculos y de exigencias.

El cambio de la educación inicial a la básica es difícil para casi todos los niños, pero tienen que aprender a adecuarse a las nuevas exigencias. En esto debe cooperar la familia para que los niños maduren, pero sin presiones excesivas. Para ello es necesario planificar actividades educativas más lúdicas, de modo que el cambio de kínder a primero sea fácil y el niño no asocie aprendizaje con angustia.

Es básico aceptar que cada niño es diferente y tiene un ritmo y un estilo de aprendizaje distinto. Es un desafío para el colegio y para los profesores, pero también para los padres

Hay que cuidar que los niños desarrollen sentimientos de competencia frente al aprendizaje, asociando positivamente los desafíos académicos. El primer año básico es muy decisivo en la trayectoria escolar de los niños.