La intelectualidad progresista, ya fuera del gobierno y con tiempo de sobra para el análisis y la reflexión, está interesada en dilucidar dos asuntos cruciales que palpitan por las cenizas de la Nueva Mayoría. Entre esos residuos se descubre lo que de verdad quedó: si gran legado o pobre testamento.
El primero es saber si corrieron o no corrieron el cerco.
El segundo es saber cuánto lo corrieron, si es que realmente lo hicieron.
Corro a responder.
Antes es necesario ser rigurosos y plantear un asunto capital: ¿de qué tipo de cerco estamos hablando?
Es imprescindible conocer la naturaleza del cerco en cuestión.
Hay cercos y cercos.
Antes la materia y después veamos las ideas.
Antes de saber si lo corrieron o no, lo mínimo es conocer el tipo de cerco.
Antes de embolinarse la perdiz, partamos por descubrir al ave gallinácea sin cola y de colores café con negro: la perdiz.
Lo primero es la seriedad del conocimiento, para así no confundir el ladrillo de hormigón simple con el muro de cañas y barro.
Hay que evitar la palabrería inútil y palaciega y para eso, antes, la pregunta central: ¿de qué cerco se trata?
Los hay vivos, livianos, ligeros y algunos son de nuestro campo tradicional, como los de mora o espino, que resisten y pinchan. Y otro son los de parcela de agrado: ligustrino o laurel cerezo, por decir. O puede que quillay o peumo, según el riego por goteo y las posibilidades del lugar.
Pero hay algunos, en cambio, que son como las antiguas pircas, bajitas, de origen altiplánico y construidas durante años y años con piedras acarreadas y ajustadas sobre otras piedras.
En unos cercos basta una tijera grande y filuda y se acabó, se mueve y corre.
En otros está la pirámide del tiempo con sus toneladas de piedra y el peso de la historia.
En unos es el oficio de la jardinería y la poda, que para estos efectos es la politiquería tan charlatana.
En los otros es el arte de la gran política.
Hay cercos y cercos.
Así que no es mínimo el asunto ni baladí su materia.
Hay algo en la génesis que es preciso distinguir y responder: ¿cuál es la clase de cerco: es valla de madera, trepado de rosal, alambre de púas o cañas tacuara?
¿Será hiedra enamorada del muro perenne o coronas de Cristo que de solo mirarlas hacen sufrir?
¿Panderetas bulldog, barras de hierro forjado, bambú derecho de la India o el sencillo PVC?
¿Acaso el popular y pinchudo arbusto crateus o son mallas ursus 740 Inchalam?
¿Pino ciprés macrocarpa o una sencilla valla de troncos?
¿Será acaso un cierre vivo con plantas Eugenia, Duranta golden u Olea tejana?
¿Es de cemento puro y duro o bien algo delicado y trepador como el jazmín de leche?
Así que antes de cualquier consideración y discusión intelectual, por lo tanto, se debe dilucidar y distinguir la naturaleza del maldito cerco.
Cuando lo hagan, solo en ese momento iluminado, se enfrascan en si lo corrieron y si fue mucho, poquito o nada.
Y después de eso cierran el cerco, pero ahora por fuera.