Si bien es cierto que una sola visita a un restaurante puede no hacer justicia, también es verdad que puede ser -y ese es el riesgo permanente- la primera y la última. Porque lo que se busca en toda primera cita es llegar a enamorarse de un lugar, ¿o no? Pero si la contraparte lo pone difícil, siempre hay "más peces en el mar", como canta, tan filosófica, ella, Francisca Valenzuela.
Infiltrados se encuentra en calle Vitacura, y su especialidad declarada es la parrilla, parece.
Primero se pidieron unas mollejas y, de la cocina, se recomendó que mejor que no (¿?). Se solicitó reemplazarlas por unas empanadas de cordero, pero "no era temporada". Tampoco había congrio a la parrilla y, de pasada, se advirtió que los erizos tampoco eran habidos.
Sin panera ni amenidad alguna previa, llegaron unos panes con prieta a la parrilla ($5.500), coronados con tomates cherry grillados. Muy rico y, si este hubiera sido el tenor permanente, todo habría ido muy bien. Pero no.
Los dos platos principales fueron un perfecto desastre. Primero, un trozo de punta paleta ($9.500) que estaba simple y llanamente duro. Se comió, se intentó más bien, un bocado y se dejó casi íntegro. El otro plato lucía bien para Instagram: una linda trenza de entraña con tocino ahumado ($12.900), pero mientras la carne intentaba sobresalir, el ahumado le ponía el pie encima. Además, mientras el vacuno estaba blando, el chancho estaba gomoso, en una invención parrillera que debiera ser, tal vez, evaluada. Lo mismo que el gran plato en que venía la ensalada ($3.400): resultaría más cómodo un bol para aliñar su contenido, y cabría mejor en la mesa. Para sumar a esta experiencia, la palta venía dura y, esto ya parece bullying, pero fue así: el vinagre balsámico de la mesa poco tenía de balsámico.
El postre, un mix de dulcecitos chilenos ($3.500), estuvo perfecto. Y lo habría estado más si la máquina de café hubiera estado en funciones (llevaba dos días parada). Sobre los problemas de extracción de aromas en el interior del restaurante, no se habrían notado si no hubiera sido necesario pararse desde la terraza para ver el detalle de la cuenta en una pantalla, porque algo estaba fallando en la impresora al parecer.
Algo sí estuvo bien: sin ni alegar, la punta paleta no se cobró. Y una última recomendación: barrer las hojas de la vereda no hace daño.
Vitacura 5708. Fono 2 2219 1343.