Los mejores restoranes que conocemos son aquellos en los que el chef-propietario está siempre presente, circulando discretamente, mirando, tomando nota.
Así ocurre en Dolce & Salato, café-restorán relativamente nuevo (un año abierto), en un bonito lugar de la esquina suroriente de la manzana de la parroquia El Bosque, frente a la Plaza Las Lilas que, en realidad, se llama Loreto Cousiño. Es el claustro de armoniosas arcadas de lo que fue el jardín de la casa de doña Loreto. Es amplio, sencillamente puesto y, en verano, ocupa parte del jardín que da a Eliodoro Yáñez (feo nombre con que rebautizaron la antigua avenida Las Lilas).
Como nos pareció más café que restorán, preguntamos si se podía almorzar. Se podía. Y de inmediato pedimos la carta, que es breve (se repite a la hora de comida). Hay una sección de desayunos muy bien nutrida y, para el atardecer, hay otra con una variedad de pizzas.
Como la oferta de desayunos nos pareció interesante, pedimos, a modo de entrada, una paila de huevos dellanonna ($4.900) excelente: dos huevos pochados acompañados por cubitos de pan frito y de papas fritas, más trozos de aceitunas, espárragos cocidos a punto, unas tajadas de jamón serrano, cubitos de queso de cabra y algo de crema. Muy buen precio para semejante paila.
Y de los fondos, que no son más de 7 u 8 y que incluyen charquicán con huevo frito (curiosa innovación, que no se conoció en Chile hasta esta generación), una plateada braseada acompañada de puré rústico ($8.900): gran trozo de carne, perfectamente cocida (no recocida), con el jugo de cocción reducido, sabrosísimo, y un puré de papas con algo de camote, sazonado con mostaza antigua: una idea muy buena, que da interés al puré de papas, que suele ser nutriente más bien neutro y aun soso (a menos, claro, que tenga enormes cantidades de mantequilla).
Más que contentos con los resultados hasta ese momento, decidimos atacar los postres: hay una lista breve de ellos pero, enterados de que la chef-propietaria es chef de pastelería, ex alumna del Culinary, decidimos recorrer algunas de sus creaciones. Bueno: es una forma de referirse a ellas, porque ninguna es de esas "creaciones" de chefecitos vanidosos llenas de rarezas y chirimbolos, sino piezas de pastelería tradicional muy bien hechas. Lo que más nos agradó fue un cheesecake New York ($3.100) hecho con masa de harina de almendras: ¡lo que es un auténtico cheesecake! La torta de hojarasca y la de chocolate, excelentes también (ambas a $3.100). Y para redondear, probamos un rollo de canela muy agradable, un gran pie de limón y otro de maracuyá, impecablemente hechos (quizá el de limón podría haber incorporado más ralladura de limón para intensificar el sabor).
Excelente lugar de barrio, para un almuerzo o comida sencillos y tranquilos. El servicio, impecable (nos atendió un amable colombiano). Recomendabilísimo.
Eliodoro Yáñez 2820, Providencia. 9 9779 0641.