Dicen que es de mala educación contar los sueños, pero voy a hacer una excepción. Soñé que, después del dorado año 2017, volvían las peleas entre RN y la UDI. Para colmo, no discutían sobre nuestras relaciones internacionales, el modo de resolver la violencia en La Araucanía, el Sename o cuán rápido debe estar erradicado el último de los campamentos. No debatían sobre nada de eso, sino sobre puestos, cupos, nombramientos y tajadas.
Obviamente, era solo un sueño, una mala pesadilla de finales del verano. No puede ser verdad que personas inteligentes, como los líderes de esos partidos, esa gente que, con esfuerzo, sabiduría y patriotismo consiguió que Chile Vamos funcionara como un reloj, y que fue premiada con una victoria memorable, justo ahora, en el momento más delicado, se trence en disputas que a la ciudadanía le parecen incomprensibles.
En todo caso, como también otros votantes de la centroderecha han sufrido esta onírica experiencia, me permito recordar seis cosas a los cuatro dirigentes de Chile Vamos. No sea que esos sueños ingratos puedan volverse realidad.
Primera: es verdad que Sebastián Piñera ganó por paliza en la segunda vuelta. Pero no se olviden del trago amargo de la primera. Aunque varios se atribuyan la victoria, la diferencia entre una y otra no se debió a las grandes figuras, sino al trabajo de hormigas que realizaron muchos miles de personas. Ellas consiguieron los votos uno a uno, fueron apoderadas de mesa y realizaron una inédita movilización en la centroderecha chilena.
Segunda: esa gente no se movió para conseguir un cargo más o menos en beneficio de RN, la UDI, Evópoli o el PRI. Esos ciudadanos estaban convencidos de que otro gobierno de izquierda era malo para Chile, y que el proyecto liderado por Sebastián Piñera estaba más cerca de lo que ellos esperan para sus hijos y nietos. El cambio que los votantes desean no es simplemente de rostros, sino de estilo político.
Tercera: el mandato entregado en diciembre no constituye un cheque en blanco. Sería un error que nuestros dirigentes políticos esperaran una renovación automática dentro de cuatro años si subsisten esas malas prácticas.
Cuarta: los votantes son conscientes de que Chile Vamos dista de ser una agrupación monolítica y uniforme. En ella conviven diversas tradiciones y sensibilidades, de modo que sería ingenuo esperar una política que esté libre de tensiones. Pero una cuestión son los saludables debates ideológicos, o la legítima discusión acerca de la oportunidad de una determinada medida, y otra muy distinta son los cuoteos y otras conductas que despiertan en el electorado la sensación de que el Estado es un botín. Sean obra de la izquierda o la derecha, estos espectáculos no gozan del favor del público.
Quinta: un principio básico de la política dice que los electorados castigan a los partidos o conglomerados que aparecen divididos, mientras que premian la unidad, como se comprobó en las últimas elecciones. Al nuevo gobierno lo esperan tareas titánicas: retomar el crecimiento, estimular las energías aletargadas de la sociedad civil, fomentar una cultura del trabajo y la responsabilidad, preocuparse de los sectores más vulnerables, combatir la delincuencia y recuperar la primacía de la ley. En los próximos cuatro años, enfrentará dificultades objetivas y una oposición muy dura: no puede darse el lujo de las divisiones intestinas. Si el frente interno no está unido y es incapaz de trabajar con altura de miras y sentido patriótico, todo el esfuerzo realizado en los últimos años será perdido.
Sexta: se ganó el Ejecutivo, pero la centroderecha es minoría en el Congreso. Para negociar con la gente más moderada de la DC y la izquierda hay que mantener una actitud seria y responsable. Nadie quiere llegar a acuerdos con una bolsa de gatos enfrente.
Confío en que estas sencillas sugerencias serán atendidas. Las personas involucradas en estas disputas han dado muchas veces muestras de nobleza. Con toda seguridad sabrán rectificar un descamino momentáneo, que apenas ha durado unos días. Así, los votantes de la centroderecha podremos dormir tranquilos, con la seguridad de que esos infaustos sueños no se volverán a repetir.