En la neuroplasticidad de la infancia, las acciones educativas no solo enseñan a los niños a caminar, leer o hablar; se van formando además conexiones neuronales que estructuran su cerebro.
El título de esta columna está tomado de un concepto de Daniel Siegel. Me hizo mucho sentido y pensé en lo importante que es lo que hacen o dejan de hacer los adultos a cargo de niños, desde lo psicoeducativo.
Que las acciones educativas construyen cerebro es una idea muy movilizadora al momento de educar a los niños. Tomar conciencia de que lo que hacemos puede tener un impacto positivo o negativo en el desarrollo cerebral en la infancia, debería llevar a los padres a acciones educativas beneficiosas y evitar las que puedan ser tóxicas.
Esto hace necesario crear un contexto estimulante para el desarrollo emocional y cognitivo de cada niño. Cuando se entabla una conversación en un clima de emociones positivas, se irriga la zona del lenguaje y se crean más sinapsis en el área del cerebro encargada de procesarlo. En un ambiente violento, se estimula la zona de las emociones negativas, lo cual puede consolidar una mayor predisposición para respuestas agresivas o ansiosas.
También es importante considerar que lo que se deja de hacer tiene una fuerte significación para el desarrollo psiconeurológico. Se pierden oportunidades para desarrollar funciones cerebrales, en un momento en que el cerebro tiene una gran plasticidad.
Esto no significa estar en un plan compulsivo de estimulación: los niños necesitan períodos tranquilos para consolidar su aprendizaje. Un ambiente saturado de estímulos puede estar contraindicado.
Cuando no se habla con los niños, se pierde la gran oportunidad de incrementar conexiones neuronales en el área del lenguaje y desarrollar los circuitos que se relacionan con competencias sociales y emocionales. El lenguaje no lo constituyen solo las palabras; en toda conversación circulan emociones que acercan o alejan a las personas.
Los niños necesitan un ambiente amoroso y estimulante en áreas como el lenguaje, el humor, el juego, la reflexión, la psicomotricidad. Evaluar cuál es el ambiente en el que estamos educando a nuestros niños puede ser muy iluminador para orientar nuestras conductas.