En una columna anterior, nos habíamos referido al pesimismo y a sus efectos nocivos en el desarrollo emocional de los niños. En esta columna abordamos el optimismo como un aspecto fundamental para tener una infancia feliz.
La Real Academia Española (RAE) define optimismo como la "Propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorable". El optimismo es la tendencia a mirar las cosas desde sus ángulos más favorables. Para ello es necesario hacer una reestructuración de los aspectos problemáticos y desarrollar la capacidad de visibilizar los aspectos positivos.
Sin duda, el optimismo es una actitud que entrega gran energía a quien lo tiene porque le da una mirada esperanzadora para iniciar proyectos y emprender nuevas aventuras. Es un componente esencial del bienestar emocional.
Otra faceta importante del optimismo es que las personas que tienen esta característica tienden a contagiar el ambiente y a todos quienes los rodean con su espíritu positivo. Ernesto, un adolescente, decía de su amiga Pilar: "Me encanta cuando ella está en las reuniones porque irradia algo muy especial y como que todos nos ponemos de mejor ánimo. Las tareas se hacen más fáciles. Su alegría y su forma de mirar las cosas las traspasa y nos impulsa a hacer cosas nuevas".
El optimismo es pariente cercano de la esperanza, ya que implícitamente las personas optimistas tienden a tener mejores expectativas sobre el futuro y en general les va mejor en la vida. Por eso se considera que tener un enfoque optimista es una de las mejores herramientas para alcanzar los objetivos que se proponen.
Por supuesto, una cosa es tener expectativas positivas y otra es negar los problemas y aspectos complejos de la realidad. La negación puede llevar a cometer errores por no anticipar las dificultades, o producir profundas decepciones. Un toque de realidad es siempre beneficioso pero no implica desalentarse, sino evaluar cómo se podrían ir superando las dificultades.
Los padres son un modelo significativo para que los niños vayan incorporando una actitud optimista y pueden ir sembrándolo con preguntas simples, como hacerlos pensar por qué les gustaría dar las gracias, lo cual ayuda a mirar lo positivo que tiene cada día. Otra pregunta podría ser: ¿Qué buena noticia tuviste hoy? Compartir los aspectos luminosos de la vida cotidiana con los hijos los ayudará a focalizarse en lo positivo y trascendental.