Es confuso, pero en este caso funciona: una carta donde se ofrecen platos japoneses, tailandeses y chinos. Es como si en Asia hubiera un restaurante altiplánico peruano/boliviano/chileno. Si bien hay un algo en común, esto de disparar a la bandada suena tan riesgoso como sospechoso. En fin. En Ootoya, una apertura reciente en el barrio Bellavista, se arriesgan con lo del abanico y les resulta.
Para tentarse con lo distinto, se partió con unos dumplings al vapor rellenos de pollo y camarón ($5.580), con una salsa de maní que se ofrecía adjunta a una picante, pero ni tanto. Considerando que era un plato estilo Szechuan, una zona china donde manda el ají, fue más sabroso que sudoroso. Al mismo tiempo llegaron unos pinchos de chancho al grill ($3.900), bien aliñados, a punto y ligeramente agridulces. Abundantes los seis.
Llenadores los aperitivos, lo que luego hizo difícil terminar una gran sopa ramen, la kanuki ramen ($8.880). Con sus fideos, cortes grasos y dulces de chancho (oh, ricos), huevo duro, choclo y cebollín, es candidata a ser una de las más buenas de la capital. Quedó para otra visita la sumo ramen. Y una vegetariana, tan de estos tiempos animalistas.
Hay arroces salteados y tallarines también, como los ootoya soba ($9.880), con harto camarón, pero algo escasos en volumen considerando el precio. Como las entradas fueron bien sólidas, se resintió poco el tema.
Para terminar, un helado de té verde frito ($4.250), una de esas rarezas que vienen a colmar el apetito occidental por lo dulce en formato nipón.
Sumando y restando, por supuesto que Ootoya suma. Considerando una atención de lujo a la venezolana, atenta y gentil, bien dispuesta e informada, este paseo por su carta panasiática se puede hacer con menos prejuicios. Y considerando que los fideos que utilizan son de los buenos, si es amante de esta faceta menos cruda de lo oriental (aunque también tienen sushis, ojo), vaya no más.
Constitución 125, Providencia,
2 2944 1662.