En estas mismas páginas se publicó hace pocos días una columna titulada "Groserías con piernas". Su autor, con el seudónimo de Mentessana, describía en ella una escena en un bus de Transantiago, donde él y dos señoras mayores se escandalizan de las groserías y garabatos con que hablan dos mujeres jóvenes. El espanto inicial de las señoras da paso a una frase lapidaria: "A lo mejor son humoristas y se están preparando para el Festival de Viña".
El escándalo en redes sociales no se hizo esperar, y varios epítetos de todo tipo de calibre fueron lanzados contra el mencionado columnista. También reaccionó enérgicamente contra el artículo la destacada humorista y triunfadora de Viña Natalia Valdebenito, quien además es un referente no solo del humor, sino también en temas de género.
Es relevante este debate, pues en mi opinión nos remite a materias de fondo, como son los sesgos inconscientes que permanecen muy vivos en nuestra sociedad. Este episodio pone de relieve las distintas valoraciones de los hechos, dependiendo de si son originadas por una mujer o por un hombre.
En efecto, la crítica bastante generalizada que existe a la crudeza del tipo de humor de Viña, acá es proyectada solo en las mujeres que han pisado ese famoso escenario y han enfrentado al "monstruo". ¿Por qué no es extensiva a los hombres humoristas? ¿Acaso sus rutinas están hechas en español antiguo? En el que he visto por décadas, los hombres llevan años haciendo humor usando epítetos que dejarían patidifusas a la micro entera. ¿Por qué sus garabatos no son tomados en cuenta y son solo las mujeres las que deben ser calificadas de soeces u ordinarias por sus rutinas?
Para terminar, más allá del humor, ¿por qué las señoras se fijan en los garabatos de las niñas y no de los varones presentes? Todos sabemos que el uso de garabatos es transversal, no se puede decir que un género diga más groserías que el otro, y si tuviéramos que asignarle una preponderancia, pienso que el récord de garabatos, groserías y faltas de respeto a través del lenguaje lo tienen más bien los hombres. Si no, es cosa de traer a colación, solo días atrás, la frase de Marcelo Ríos a los periodistas a los que había citado, a quienes humilló colectivamente. ¿Qué opinarán las señoras del bus de tamaña vulgaridad y violencia verbal? ¿O es que porque es hombre, se "asume" que esa conducta es parte de un repertorio que, aunque no sea encomiable, al menos es esperable?
Lo que hay aquí, más allá de lo anecdótico, es que el famoso cambio cultural demora tantísimo en llegar. No se trata de que se quiera un mundo donde reine el garabato, sino uno donde las mujeres no sigan siendo juzgadas mucho más severamente que los hombres por las mismas conductas. Eso sí que es grosero.