Enero es el mes teatral por excelencia en Santiago. Múltiples festivales ofrecen una cartelera abundante, de funciones breves, que se presentan todos los días de la semana.
Hace unos días terminó el Festival Santiago a Mil, con una selección de obras chilenas y estrenos extranjeros, entre los que destacaron "Dye Odysse", "After the Rehearsal/Persona", "King Size" y más. En paralelo se ha celebrado el Quilicura Teatro Juan Radrigán 2018, que termina este fin de semana con un homenaje dedicado al dramaturgo chileno, escrito por su hija Flavia y bajo la dirección de Marcelo Leonart.
Otros festivales también continúan hasta fin de mes, como es el caso de Entepola, liderado por David Musa, que, como es tradición, potencia y mantiene el movimiento teatral comunitario, con compañías locales y latinoamericanas. Y, también, está el Festival Santiago Off, liderado por Eduardo Luna, que ya lleva siete años. Para esta edición 2018, que se inició el 18 y sigue hasta el 27 de enero, principalmente en Matucana 100, se han exhibido, en promedio, seis obras por día. En esta oportunidad, recomendamos una obra que tuvo una breve temporada en el año y se repone en medio de las recientes polémicas de género, entre la campaña Me Too y el manifiesto francés en defensa de la galantería.
Se trata de
"Los Tristísimos Veranos de la Princesa Diana" (se presenta hoy y mañana en la sala Antonio Varas), la última obra de la compañía La Niña Horrible, creada el año 2013 por el director Javier Casanga y la dramaturga Carla Zúñiga, conocida por sus obras "Historias de Amputación a la Hora del Té" y "En el Jardín de Rosas". Como en otras oportunidades, exploran en problemáticas de mujeres en crisis, con su particular lenguaje dramatúrgico y escénico que es una mezcla entre el expresionismo y lo grotesco.
A partir de la imagen de la princesa Diana de Gales, y su trágica muerte en 1997, se crea una historia que reflexiona sobre la violencia de género ejercida sobre la mujer a lo largo de la historia. En esta oportunidad, una princesa llamada Diana es encerrada en la torre de un castillo en misteriosas circunstancias. Poco a poco, se irán descubriendo las razones por las que la tienen encerrada y, junto a sus dos pequeños hijos, tratará de escapar antes de que suceda algo peor. Para esto acuden al género de los cuentos infantiles de princesas: la bella durmiente, la que espera al príncipe azul, la torre de cristal. Pero esta princesa está medio dopada y confundida, prisionera en un castillo donde circula una conspiración para castigarla, volverla loca o provocar su muerte, entre cuyos agentes están sus dos sirvientas que la engañan. El cuento inocente se vuelve siniestro e inquietante con estos actores y actrices, que como drag queens, interpretan un universo femenino de princesas, infantes y criadas, con un destacado elenco compuesto por David Gaete, Maritza Farías, Carla Gaete, Coca Miranda, Ítalo Spotorno, Omar Durán, Alonso Arancibia, Sebastián Ibacache y Carolina Pinto.
Como en otras de sus puestas en escena, ahí están las escenografías evocadoras de Sebastián Escalona; en este caso, se observa en las paredes de piedra del castillo, los trajes reales, las luces fantásticas. Pero poco a poco, se muestra cómo la iconografía idealizada de las mujeres-princesas y los títulos nobiliarios, o cualquier iconización, hoy en día quizás la farándula, es una trampa de convenciones y represión. Eso lo supo Diana Spencer, conocida como la "princesa del pueblo" o "la "princesa de corazones", que terminó engañada por su marido y muerta, soportando el acoso de los periodistas que la perseguían para revelar su nuevo romance. Para llegar a eso, la compañía nos ha sumergido por el ridículo, por el patetismo, por la risa. Y, por supuesto, no está de más recordar la colección editorial "Antiprincesas", que busca romper el estereotipo femenino en la narrativa infantil, con historias de mujeres enérgicas, como por ejemplo, Frida Kahlo y Violeta Parra.
Así se cierra el mes teatral, con una obra que nos ofrece la posibilidad de reflexionar, crítica e irónicamente, sobre los modelos femeninos. Quizás la risa y la parodia sean una lúcida herramienta para darle nuevos aires a la siempre necesaria discusión de género.