Un hombre llega a una fábrica donde los trabajadores desconocen qué es lo que hacen ahí, pero todos tienen claro cuántos colegas se han suicidado. Es el punto de partida de una historia tan ambiciosa como irregular, con momentos de un muy bien logrado impacto visual que invocan a Tarkovsky o Lynch. Sin embargo, la realidad exageradamente simbólica termina por abusar de la buena fe del espectador, que verá cómo la seducción de la imagen se va desinflando en personajes que son más alegoría que otra cosa, y que en vez de un viaje propone una nota pareja que no tenía para qué alargarse dos horas.

Chile, Ecuador, 2018. 120 min. 14 años.