Sin duda, es mejor ser un buen original que una mala copia. Y en comida étnica, vaya que hay malas copias dando vuelta. Demasiadas. Entonces, cuando uno se encuentra con un local pequeño, alegremente atendido, sencillo pero colorinche, y con precios razonables considerando además el barrio (Alonso de Córdova), solo falta lo más importante. Y lo tienen, de sobra. ¡Al fin unos chilaquiles bien hechos! Solo este plato (a $5.500) ya obliga a darse una vuelta por Catrina, donde el sabor es mexicano de a de veras.
Y vamos por el mentado plato, los chilaquiles. Es más para el desayuno en esas tierras, pero es apto para cualquier hora por lo rico. Se trata de un montón de totopos, esos cortes de tortilla de maíz que conocemos -por ignorancia- como nachos, cubiertos de alguna salsa -en este caso verde, roja o pasilla- con queso derretido, pollo en hebras y su toque de lácteo. La idea es que los totopos estén entre crujientes y blanditos. Y que no sean de paquete, por Dios, lo que no ocurre en este lugar, donde las tortillas tienen el sabor y el tamaño, no muy grande, de la vera cuna de estos platillos.
Para acompañar, ya que no hay alcohol (y sí muchas sillas para guaguas), o un agua de tamarindo o una horchata ($1.500). Puro México, aunque les pena contar con alguna de Jamaica, esa categoría de hibisco ácido y refrescante.
Hay varios platos para picar, aparte de alguna preparación más compleja que se ofrece semana a semana (enterarse por su Facebook. Y no se metan a su sitio web, catrinamex.cl, porque les va a crujir la guata con las fotos). En esta ocasión se partió con una sopa de tortilla ($3.000), de rico caldo, picante pero tolerable, a la que le penó un poquito de palta, aunque no le faltó la crema agria. A sudar y disfrutar. Y se escogió de la carta otra prueba de calidad y fidelidad: unos tacos al pastor ($6.000), tres, sin estar pasados a dulce como ocurre con los malos copiones, con salsa verde y cebollita y cilantro para espolvorear.
Para concluir muy acorde, un pastel de elote (choclo, a $2.800), otro pedazo de identidad, con una cremita de vainilla. Eso sí, lo mismo que con el agua de Jamaica, les pena no tener café de olla, ese con canela y chancaca, para rematar. Pónganse las pilas con esos detalles.
En resumen, esto sí que es comida étnica, señores. Y en unas semanas más abrirán una tienda de decoración al ladito, como para complementar su carácter de embajada cultural de ese país tan maravilloso. Híjole.
Alonso de Córdova 4073. Fono 9 9777 3262.