Pocas cosas son más molestas que esperar a alguien que viene atrasado a una cita, especialmente cuando es una conducta habitual. A medida que los minutos avanzan, la molestia se va haciendo mayor y el atrasado raras veces toma conciencia de cómo un atraso puede dañar el vínculo con quien tiene que esperar.
Los países productivos se caracterizan porque sus ciudadanos tienen una alta valoración de la puntualidad, la que claramente no es una de nuestras virtudes. Con frecuencia las personas se quejan de perder muchísimo tiempo debido a la impuntualidad de los demás. La tolerancia con la impuntualidad ha ido aumentando a raíz de las dificultades del tráfico, especialmente en las grandes ciudades. Pero está claro que llegar tarde es un mal hábito arraigado en muchos adultos, que desafortunadamente lo transmiten a sus hijos, lo cual hace que la impuntualidad se mantenga en el tiempo. No respetar el tiempo de los otros parece algo trivial y se minimizan las molestias que producen en los demás.
Cuando las personas son puntuales, además de dar importancia al tiempo, muestran respeto por los otros y sus ocupaciones. A la inversa, aunque no sea su intención, quien es impuntual vulnera los derechos de las otras personas y les ocasiona un perjuicio difícil de borrar. Habitualmente quien se atrasa y llega tarde no dimensiona la magnitud de sentimientos negativos que despierta.
Un alumno universitario cuenta cómo se distanció de un compañero:
"Nos entendíamos muy bien con Juan Carlos para realizar seminarios y para estudiar, pero fueron tantas las veces que llegó más de una hora atrasado que opté por no trabajar más con él. Yo soy bastante puntual, pero también soy tolerante con pequeños atrasos de quince minutos y hasta media hora, pero esperar más, me produce indignación".
La conciencia del tiempo es una característica de los seres humanos. Su uso adecuado es una de las claves para tener éxito. Las personas, junto con tener conciencia de los hechos y de lo que sucede a su alrededor, saben que los acontecimientos tienen una duración. De esta forma, pueden planificar sus acciones tomando en cuenta el tiempo que van a necesitar, y cuando es necesario movilizarse, saber cuánto van a demorar.
Es por ello que la puntualidad de los padres es tan importante, ya que constituye para los hijos un modelo a imitar. Ser puntual y llegar a la hora es un signo de buena educación y de respeto por los demás.