Medio escondido en calle Condell, a la altura de Marín, este lugar se presenta sorpresivamente. Es lindo, algo rústico y cuenta con una amplia terraza hasta con parrón. Por lo mismo, se podría aguardar una continuación del asombro. Pero no. Primero, la gente del personal se movía con harto relajo hacia sus puestos, y la cocina no fue lo que se dice rápida, considerando que había una única mesa ocupada. Pero el tema de la comida fue el peor.
Por lo extraño, en una carta más de corte carnívoro/rústico, la partida fue con una tabla thai ($6.500). Señores de La jardinera: infórmense antes de correr tamaña vergüenza. Un pocillo con un curry con cero picor, de hospital, y con un leve -si no inexistente- gusto a coco, además. Lo mismo con unos pinchos de pollo satay: de corte muy grueso y con una salsa de maní escasa y fome. Un rollo de papel de arroz salvó, con su sobredosis de menta. O sea, una entrada catastrófica.
Con los fondos hubo una mejora leve y otra caída.
La mejora corrió por parte de una trucha entera ($10.500), en su punto, pero rellena con unas verduras pasadas a aceite. La acompañaban unas papas que calificaban más de papas chaucha que de papas doradas, como ofrecía la carta.
Pero lo más triste fue un lomo rodeado de tocino ($10.500) que era más bien un pobre lomo que un lomo a lo pobre. Se pidió tres cuartos, pero llegó más rojo. Su textura era de la carne que pasó una buena temporada en el frío, lo mismo el tocino. Si el resto de las proteínas de la carta han sido así de maltratadas, queda la sospecha de que aquí al amor por el sabor le falta ser alimentado.
Sin postre por opción y bajo el mentado parrón, se pueden proyectar tardes de coctelería y humo en La Jardinera, pero tras una previa mejora en el tema de la comida.
Hubo que exigir la boleta, ya que no llegó con el vuelto.
Condell 1701. Fono 2 2904 7068.