El derecho a la intimidad es un derecho fundamental y cada persona es libre de decidir con quién quiere compartir datos importantes sobre sí mismo y con quién no quiere abrir determinados temas, porque le resulta difícil o doloroso. Compartir secretos supone afecto y un vínculo de confianza importante.
Mientras más cercanía hay entre las personas, se abren con más facilidad asuntos personales. Pero a veces los niños, especialmente los muy extrovertidos, no discriminan bien y pueden entregar información a quien no corresponde. Esta actitud puede llevar a que se sientan muy defraudados cuando las personas no responden a la confianza de la manera que ellos esperaban.
Enseñar a los niños a no autoexponerse en exceso y especialmente a escoger cuidadosamente con quienes abren sus secretos, es un aprendizaje que puede evitar que queden heridos psicológicamente. Cuando un amigo o una amiga traiciona una confidencia hecha en un contexto de privacidad, es normal sentirse herido, pero hay que hacer un aprendizaje de cuándo y con quiénes compartir aquello que más nos importa.
A veces la intención de quien devela una revelación hecha en privado no ha sido traicionar, sino que se trata de un problema de personalidad. Los niños, los adolescentes y también los adultos muy impulsivos no logran contenerse y aplicar el freno que requiere ser guardador de las confidencias de otros. Lo que puede ser más grave es que con frecuencia la información entregada es distorsionada, ya sea por amplificación o por agregar elementos nuevos que no son verdaderos y que transforman la información.
La mala experiencia de Julieta, de dieciséis años, es un ejemplo. Ella había tenido una discusión con su pololo por un asunto trivial. Muy triste, lo comentó con una compañera de curso, que tenía fama de ser poco discreta y que se sentía muy importante cuando tenía información de la vida sentimental de sus amigas. Por supuesto se lo contó a su mejor amiga, la que a su vez lo comentó con su mejor amiga. Así fue como en la cadena de las mejores amigas llegó a los oídos de una niñita que se sentía muy atraída por el pololo de Julieta, quien se acercó a consolarlo y a contarle una versión bastante interesada del conflicto. De esta forma, una discusión sin importancia terminó en una ruptura definitiva de Julieta con su pololo y con su amiga.