Las laderas que caen al río Mosela, en Alemania, deben ser uno de los paisajes más espectaculares de los que el mundo del vino puede presumir. Laderas plantadas de viñas que caen al río en una inclinación imposible. Cultivar la viña allí, más que viticultura, es hacer alpinismo.
Cuando los romanos llegaron a ese valle, las tierras planas y fértiles circundantes al Mosela fueron dejadas para el trigo, para el pan. Mientras que los suelos más difíciles, para quizás algo secundario en términos de supervivencia, como el vino. Claro que había una excusa. "Bacchusamat colles" decían que había sentenciado el dios Baco para apuntar desde dónde debía venir el mejor vino. Y sí, es verdad, de esas colinas, las del Rin, del Saar, del Ruwer, vienen los mejores vinos, en especial los de la cepa riesling, la especialidad germánica por excelencia.
Al riesling parecen gustarle las situaciones extremas. Suelos de piedras, de pizarras, en laderas inclinadas al máximo, a veces peligrosamente cercanas a los 90 grados; es decir, casi como plantar en una pared. Y de ahí nacen pequeñas maravillas que pueden ser ya muy secas o dulces a decir basta, un abanico tremendo, como tremendo es el mundo del riesling alemán.
A esos niveles, hay pocos países que les compiten a los alemanes. Austria, por cierto, por clima y a veces también por topografía, tiene ciertas similitudes. Australia, sobre todo en el Valle de Eden. Y Chile, que está algo atrás en la carrera, pero que tiene una larga historia con la variedad, desde que la familia Cousiño trajo las primeras plantas hacia la segunda mitad del siglo XIX, con las que aún produce su Doña Isidora, el clásico de clásicos entre los riesling chilenos.
Claro que la cepa nunca ha alcanzado la popularidad de otras uvas, notablemente chardonnay o sauvignon blanc. Es cosa de ver las estanterías de los supermercados para darse cuenta. Pero ojo, que hay que probarla sobre todo porque, si me lo permite el sauvignon, con su acidez y sus aromas florales, es la mejor opción de blancos ligeros para el verano.
Dos de los mejores ejemplos de riesling chileno vienen de situaciones extremas. El primero, del Lago Ranco. Allí la viña Casa Silva plantó unas 14 hectáreas, de las cuales dos son riesling. La primera cosecha fue en 2016, pero las condiciones de frío y lluvias allí en esa zona del sur son duras, así es que apenas produjeron unas mil botellas de un jugo delicioso de frutas blancas ácidas en una textura cremosa y untuosa, llena de acidez, que parece haber salido de una limonada.
El otro gran ejemplo es Casa Marín, con su riesling plantado en la zona de Lo Abarca, a unos cuatro kilómetros del mar, en el Valle de San Antonio. Allí el riesling crece en laderas empinadas de granito, absorbiendo las frías brisas del Pacífico. En sus inicios, este vino parecía un cuchillo de acidez, un fiel ejemplo de ese clima extremo. Pero hoy se ha calmado, y en la bodega le han dado algo más de redondez, aunque sigue siendo un vino de acidez filosa, rodeada de generosos sabores a frutas blancas. Es uno de los ineludibles si es que se quiere entender al riesling chileno. Pero hay más. Así es que echen una mirada y atrévanse este verano con el riesling, y mejor si tienen mariscos crudos y limón a mano.
Algunos buenos rieslings (o blancos en base a riesling)
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Casa Marín Miramar Vineyard Riesling Valle San Antonio 2017
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Casa Marín Cartagena Riesling Valle San Antonio 2017
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Casa Silva Lago Ranco Riesling Valle de Osorno 2016
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Casas Del Bosque Reserva Riesling Valle de Casablanca 2017
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Cono Sur Single Vineyard Block 23 Riesling Bío Bío 2017
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Cono Sur Bicicleta Riesling Chile 2017
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InsTinto Wines Alvino Riesling Chardonnay Valle central 2016
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Laberinto Vistalago Mezcla Blanca Riesling Chardonnay Torontel Maule 2017
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Luis Felipe Edwards Gran Reserva Riesling Leyda 2017
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Meli Reserva Riesling Maule 2016
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Tringario Ludópata Riesling Chardonnay Sauvignon Blanc Chile 2016.