Es un caso que pasará a la historia. La investigación del New York Times acerca de los abusos sexuales del poderoso magnate del cine Harvey Weinstein contra decenas de mujeres ha marcado un punto de inflexión.
Las voces de muchos hombres y mujeres se han levantado para que esto provoque un cambio real en la sociedad. Que del shock se pase a la reflexión y, luego, a impulsar los cambios culturales y las políticas públicas que eviten que estas situaciones sigan pasando a diario.
Pienso que, en primer lugar, en nuestro país debe revisarse la prescripción en los casos de abuso sexual. Este es un tema que ya se debatió en su momento cuando revista Sábado reveló las dramáticas vivencias de la atleta Érika Olivera. Y es que en casos como este, el trauma y el silencio van de la mano: los años pasan sin hablar, sufriendo en soledad, hasta que llega el momento propicio, muchas veces cuando ya la ley no puede hacer nada.
No puede haber justicia reparatoria para las víctimas si no se revisa este aspecto de la legislación. En segundo término, es importante que aquellas personas que callan, conociendo del abuso, se hagan responsables por las consecuencias de su inacción.
Weinstein y muchos abusadores de mujeres avanzan en sus objetivos cuando no hay barreras que los detengan y los testigos se quedan mudos. Eso pasó con muchos de los amigos y parte del staff de Weinstein.
Y en tercer lugar, creo que es importante analizar qué partes de nuestra cultura alimentan directa o indirectamente el acoso y abuso sexual contra las mujeres. El sexismo, que aún campea en muchas actitudes conscientes (y muchísimas inconscientes), va haciendo un trabajo sostenido y dañino al descalificar a las mujeres como sujetos de los mismos derechos y libertades que los hombres.
Tal como lo define acertadamente Hillary Clinton en su reciente libro "What Happened", el sexismo son "las grandes y pequeñas maneras en que la sociedad dibuja una caja alrededor de las mujeres y dice: 'Quédate ahí. No te quejes, porque las niñas encantadoras no lo hacen. No trates de hacer algo que las mujeres no debieran hacer. No te vistas de esa manera, no vayas a ese lugar, no pienses de esa forma, no ganes demasiada plata".
El sexismo alimenta la misoginia, que tiene además el componente de la rabia, el resentimiento y la deshumanización. De ahí a acosar a una mujer, abusar de ella y atropellar su dignidad no hay muchos pasos.
Ojalá que el caso Weinstein arroje luz no solo acerca de hombres pervertidos que han destrozado las vidas de tantas mujeres, sino que también sobre estas otras actitudes, desgraciadamente frecuentes, que van pavimentando sutil, pero eficazmente, el camino para hombres como él.