Alfonso (Jaime McManus) es un hombre amargado y lleno de trancas que de pronto debe hacerse cargo de su padre (Tomás Vidiella), un anciano malas pulgas cada vez más desconectado de la realidad, convencido de que su fallecida esposa sigue viva y necesita su ayuda. Entre carreras, gritos e improperios, padre e hijo deambulan por sentimientos reprimidos, pasados dolorosos y rabias guardadas, con un viaje que desde muy temprano se anuncia hacia la redención y la cercanía. Redundante y sin muchos matices, la película apenas consigue encontrar humanidad y cercanía en personajes más bien bidimensionales, en un relato que podría haber sido perfectamente un cortometraje.
Chile, 2017. 87 minutos, T.E.