A veces vivimos tan enredados en los problemas del pasado y tan preocupados por lo que nos traerá el futuro, que perdemos de vista lo único cierto que es el hoy, y que vivir intensamente el presente es la única opción razonable para construir vínculos afectivos que se consoliden como relaciones nutritivas con los hijos.
"La vida cambia dando brincos", es una expresión usada por Daniel Stern en su libro "El momento presente". Él la utiliza para señalar la importancia del presente en la construcción de la interacción entre las personas y la posibilidad de cambio desde las experiencias cotidianas.
La continuidad temporal de las experiencias las sintetiza diciendo: "En resumen, el momento presente nunca se ve totalmente eclipsado por el pasado ni es completamente borrado por el futuro. Conserva una forma propia mientras es influenciado por lo que ocurrió antes y por lo que viene después. Asimismo, determina la forma del pasado que se trae al presente y los esbozos del futuro imaginado. Este diálogo tripartito entre pasado, presente y futuro se produce casi continuamente de momento a momento en el arte, en la vida y en la psicoterapia".
Esto es especialmente cierto en la relación de los hijos con sus padres, en que los gestos reflejan en forma implícita la relación padres-hijos. Los momentos importantes de una relación se graban en ambas mentes, existiendo una interpenetración. Un ejemplo de la importancia de los gestos en la vida diaria es contada por Patricia, quien tuvo y tiene una no siempre fácil relación con su padre, a quien percibe como muy exigente. Ella relata:
"Me recuerdo muy especialmente un abrazo que me dio el papá un día que estaba triste y asustada por una mala nota. Al mostrarle la prueba no dijo nada, solo me abrazó especialmente cariñoso y en silencio".
En ese gesto amoroso de abrazarla, que duró unos breves momentos, Patricia y su padre se relacionan desde la vulnerabilidad y necesidad de consuelo de ella y del amor incondicional del padre, a quien le cuesta expresar afecto.
Ella lo recuerda como un gesto que marca un antes y un después en su relación. Seguramente quedó grabado en la conciencia de ambos.
Esos momentos profundamente humanos crean en las personas una matriz de relación que está anclada en la memoria y que genera profundos lazos vitales.