En este país, donde todo es remezón (que terremotos, que marejadas), es un descanso encontrar lugares donde nada cambia, donde se mantiene inalterada la paz y puede uno instalarse a mirar, a buen recaudo, las calamidades nacionales, provisto de excelentes municiones de boca y de amables pipeños, para evitar atoros.
Ese lugar existe: Las Delicias de Quirihue. Las delicias de la vida en Quirihue, quitado de bulla, del camino real hacia la costa, reclinado en colinas viníferas desde hace siglos. "Callado el loro, comiendo nueces".
Ahí fuimos a cerciorarnos de que todo estaba igual como la última vez, hace unos años. Y así estaba, no más: este estupendo mesón criollo sigue instalado en una casa de la vieja calle Domeyko, en una cuadra donde la avaricia y la imbecilidad urbanísticas apenas se notan; en casa con piezas de 4 metros de alto, con ventanas verticales provistas de postigo de madera.
El menú tampoco ha cambiado, gracias al cielo. Ni los muebles, ni las lámparas. Ni las señoritas que atienden. Ni el público. Es como una fotografía de años idos que, aunque un poco nostálgica, sigue viva y chispeante.
Uno aquí se va derecho a lo de siempre. Aunque hay multitud de "cortos" y "arreglados" y otras folcloridades análogas, nos fuimos a la botella litrera de pipeño de la casa, que traen de Cauquenes, a $3.500. Se deja tomar como si fuera lechecita. Y sin más introitos que un pequeño picoteo de asados "cortesía de la casa", pasamos a las grandes y solemnes naves de la chilenidad, con su estilo entre inocente y pícaro, con aliño que viene desde la monarquía sin alteraciones, sin grandes desmadres, todo medido, armónico y familiar.
La lengua ($9.050) llegó cocinada hasta un punto de blandura sublime, con un toque apenas de salsa, escoltada por soberbio puré de papas. Para qué decir el osobuco ($8.740), representado por dos grandes presas con su guapa médula y la salsita nacional típica de lo "a la cacerola". El trozo imponente, como portaviones, de la plateada ($10.000), navegó con gracia de señorita hasta ponerse a coquetear frente al comensal boquiabierto. Con puré, también. Y la chuleta de chancho con papas fritas ($8.970) salió a campear con desenfado frente a sus tres competidores. ¡Qué de picotear en los platos ajenos! ¡Qué gozada!
En la sala de los postres sáquese el sombrero y hable en voz baja: la mejor leche asada de Santiago ($2.990), la leche nevada más perfecta ($2.500), con sus copos dulcecitos y su salsa de vainilla perfumada, el emocionante "quirihuito" ($2.990) de manzana y leche condensada -recuerda los postres de la niñez- y una donosísima torta helada de lúcuma ($3.530): único lugar en que nos ha parecido buena.
Resumen: haga una reverencia al entrar y cante "aleluya" al salir. Precios cariñosos.
Domeyko 2059, Santiago Centro. 2 26951096.