En una columna del diario El País de España, la escritora argentina Elvira Lindo hace una afirmación que sentí muy verdadera: "La mala enseñanza no solo nos hace perder el tiempo, también nos roba felicidad futura. Ello lo afirma al recordar como una pesadilla las clases de gimnasia y de trabajos manuales, que detestaba porque la hicieron sentir torpe y, sin embargo, siente que le han hecho falta en la vida.Enseñar bien siempre supone un vínculo sólido con quien está en situación de aprender.
Es importante hacer sentir al niño que aprender es posible, así como también generar su interés y acercamiento hacia lo aprendido. Es necesario hacerlo dejar a un lado el temor al fracaso, ya que no es necesario que un niño sea un atleta en potencia para que disfrute del ejercicio físico, que tanta falta le hará para tener una buena salud.En todo ámbito del conocimiento existen múltiples aristas que pueden ser desarrolladas en los estudiantes.
Si un niño no tiene facilidad para el dibujo, podrá hacer un ensayo sobre un pintor. Si no quiere o le da vergüenza hacer la rueda, podrá aprender ejercicios de respiración que le serán de gran utilidad. Aferrarse a diferentes formas de enseñar que provocan resistencia no hará más que aumentar el rechazo. En cambio, si los niños perciben que los adultos tienen flexibilidad cognitiva como para hacer adaptaciones y buscar nuevas formas de enseñar que se adecuen a sus capacidades, además de lograr mejores resultados, mejorarán los vínculos.Matías, de trece años, contaba: "A partir del quinto año básico tuve una profesora de matemáticas que me ponía pésimas notas y me sacaba adelante para ridiculizarme. Me convenció que era un cero a la izquierda para su ramo. En media tuve un profesor que no solo explicaba muy bien, sino que me ayudó a entender que yo podía ser muy bueno. Eso cambió mi relación con las matemáticas".Se requiere una gran sensibilidad para encontrar las formas de adecuar lo que se quiere enseñar a las posibilidades reales de aprender.
Tendemos a pensar que son los niños los que deben adaptarse a los colegios y a su forma de enseñar. Quizás debamos dar una vuelta de tuerca y pensar cómo podemos nosotros flexibilizar nuestra forma de enseñar para que los niños puedan aprender mejor. Lo básico es que los niños asocien aprendizaje con agrado y con sentimientos de ser competentes.