En el GAM, el Centro Cultural Gabriela Mistral, ya estuvo el restaurante Gabriela y ahora está Lucila. De más está decir que si ponen otro a futuro tendría que llamarse Mistral, ¿o no? Y, para que no se entienda como un exceso de apapachamiento, el extra de ponerle "de nosotros" al nombre, en este caso, es por una razón bilingüe: quienes han tomado el control de este local, algo escondido en el nivel menos uno, son los mismos del Da Noi del Barrio Italia.
Se trata de un espacio amplio, en este caso musicalizado con éxitos de los años ochenta. No es que tengan que poner rondas inspiradas en "Todas íbamos a ser reinas", pero tampoco es que pretenda ser de forma evidente para el "adulto fome", por lo que se les recomienda tener una intencionalidad más clara al respecto.
El fuerte, al igual que en el local madre, son las pastas. Y llega a la mesa algo que ya se conoce y espera: pancitos tibios y un pote de salsa boloñesa. OMG. Esta gente sabe de lo suyo. Tras escoger en una carta cibernética, en tablet, se fue directo a los fondos: unas pastas rellenas con salmón ahumado y mozarella (agnolottis, $8.500), con salsa rosa (de entre varias opciones). ¿La verdad? Sublimes, cocidas en ese punto justísimo que cuesta tanto, pero tanto lograr. Y para probar una mano que podría gustar al turista, por las características del Barrio Lastarria, un pastel de locos ($8.000). También en su plausible justeza, con queso bien gratinado, con trocitos del bicho que le daban harto sabor. Aunque, hay que decirlo, en la foto venía una fuente rectangular que usualmente es más grandecita que el perol redondo y personal que llegó. Cuidado con las expectativas. No es que uno esperara algo gigante tampoco, pero.
Gracias a prescindir de algún entrante, se pudo llegar a los postres. Nuevamente, aquello en que Da Noi sabe lo que hace: dar golpes de sabor claro y evidente, como lo hace con su budín ($3.100), que se ve algo pequeño, pero que es la porción exacta para no morir de coma diabético. Para los amantes del tocino del cielo y la crema volteada, verdaderos ladrillos de dulzura hispano y peruano respectivamente, este es el ángulo faltante en una relajante y santísima trinidad. Con sabor a manjar, además. Y podría alegarse que la panacotta ($3.100) es un postre que se caracteriza por lo delicado de ser una "crema cocida", pero estamos en los territorios del Da Noi. Es súper dulce, y con una salsa de arándanos más aún. Vaya la advertencia.
Con un servicio atento, pero al que le faltaron manos (poca gente para un lugar tan grande), y con una cocina un poquito lenta, habría que ponerle más fichas en el ítem personal.
Sobre la cocina, ya son unos clásicos en satisfacer con ganas. Y aquí no hay que esperar a que se desocupen mesas, como pasa en su local base.
Alameda 227, torre B, piso -1. 9 6843 9946.