La utilización de ciertas palabras en el lenguaje y en las conversaciones cotidianas en las familias, así como la ausencia de otras, son muy significativas al momento de educar.Las palabras que los padres utilizan en las conversaciones con sus hijos quedan archivadas en su memoria emocional. Especialmente las que se refieren a ellos, que se transforman de algún modo en un mandato.
Por supuesto, es recomendable entregar mensajes positivos a los niños acerca de ellos mismos porque les ayudará a construir una identidad basada en sus fortalezas más que en sus debilidades. Por cierto, estos mensajes tienen que basarse en características o logros reales de los niños, lo que pasa por hacer las exigencias apropiadas a su nivel de desarrollo. Las demandas que se hagan a los niños y que están en condiciones de cumplir les dan confianza en sus capacidades. Al poder cumplir con lo que se les pide, les da a los padres más oportunidades de reconocer sus méritos y así sembrar una imagen positiva de sí mismos, centrada en sus fortalezas.
Una de las peores formas de utilizar las palabras es la descalificación, como describe Eugenia Weinstein en su libro " Maldito amor", en el cual analiza las relaciones de pareja desde diversos ángulos. En relación con su uso en las discusiones que son inevitables en las relaciones de pareja, la autora plantea: "Las descalificaciones generan distancias, disminuyen la cooperación y anulan toda posibilidad de escucharse".Esta afirmación que es válida para la comunicación entre adultos es aún más verdadera cuando se trata de los niños cuya personalidad está en formación y para los cuales las opiniones de sus padres tienen una significación muy especial. Además, cuando los hijos son testigos de descalificaciones, los padres se deslegitiman mutuamente como figuras de autoridad. Y, lo que es más grave, aprenden por exposición a modelos a usar actitudes descalificatorias en sus discusiones.
Introyectar y, por tanto, estar proclive a utilizar un modo de interactuar con los otros basado en la desvalorización es muy tóxico para su convivencia social, porque lo puede llevar a involucrarse en círculos negativos de interacción.
Tomar conciencia de que las palabras pueden ser un vehículo para fortalecer la relación o, por el contrario, que pueden dañar el vínculo ayudará al crecimiento emocional de sus hijos y a la armonía familiar.