Confuso caso: el restorán sigue ostentando el nombre de Centre Catalá, pero el letrero dice "Ostras Azócar", las que, por décadas, han estado en calle Bulnes.
Confusión que, al cabo, no importa mucho. Lo que sí importa es que, sentados a la mesa, venga el mozo a anunciarnos que... "¡no hay ostras!". Agrega la disculpa que uno se sabe de memoria: "Es que la noche anterior (estábamos a viernes) hubo mucha demanda y se acabaron", "el pedido llega recién hoy en la tarde", etc. No, no más: un lugar especializado en ostras desde que hay memoria no puede carecer de ellas ningún día de la semana, a ninguna hora. O se cambia el nombre por prudencia, para que ningún cascarrabias amenace con demandarlo por "publicidad engañosa".
Este sorpresivo introito dio paso al resto del menú. Del que conocíamos del Centre Catalá no queda mucho. El acento ahora es en los mariscos, cosa de la que no nos quejaremos, por cierto. Pero, entrando al punto, uno se felicita por las ostras que no cayeron en manos del cocinero, porque los mariscos que sí lo hicieron sufrieron una suerte injusta, y más que injusta.
Por ejemplo, nuestra palta cardenal ($7.900), que lleva (según el menú) "gambas", venía decorada con unos camaroncitos chicos apenas cocidos, todavía transparentes, lo que los dejó en un estado semigelatinoso donde el sabor a camarón no se hizo presente. No entraremos mucho en otros detalles: palta cortada en coquetas rebanadas conservando su figura; lechuga cortada no en chiffonade (como pide este plato canónico) sino picada, etc. La abundante presencia de personal peruano hace pensar que el cocinero también lo es, y que no está familiarizado con este tradicionalísimo plato nuestro o, peor, todavía, ha decidido "evolucionarlo", como le llaman...
En cambio, los ostiones con salsa de naranja ($9.200), idea prometedora por lo fino de la combinación, si es que se trata de una salsa mantequillosita, perfumada y ligera, resultó ser un plato en que, en una cremosa y sobreabundante salsa béchamel con un dejo, apenas, del cítrico, venían, náufragos, unos ostiones recocidos al máximo, fibrosos, secos. Difícil describir la mala concepción y la pésima ejecución de este plato.
¿Sería un día de mala suerte generalizada? Porque los erizos resultaron insípidos, acompañados de una cebolla agresiva como pocas (nos dijeron que era la única forma de comerlos; no hacen cóctel con ellos, porque "no se trabaja" el jugo de tomates...). Y el salmón relleno con verduras y gratinado, venía reseco (mala idea esta de los rollos rellenos), y las verduras interiores prácticamente crudas (cebollín vivísimo, champiñones, pimiento rojo).
Panqueque celestino hecho, parece, por alguien que nunca ha probado the real thing. Ay, ¿qué está pasando aquí? Una sola cerveza, una sola agua mineral. Quedaba solo una bola de helado de vainilla en el restorán, que cedimos a nuestra acompañante. Pocos vinos, muchos tragos. Sin estacionamiento.
Suecia 428, Providencia. 2 2725 4258.