La repostería vienesa es de las mejores de Europa, y ostenta la gloria de haber inventado los croissants (cuya forma de media luna conmemora la victoria de los cristianos, en el siglo XVII, contra los turcos que asediaban Viena). Luego los croissants y otras reposterías de hojaldre emigraron a Francia, donde han adquirido mundial fama.
Por eso, lo primero que uno echa de menos cuando va a tomar el té a Cory es esa gama de vienoisseries que va encabezada por los croissants y que integran muchas otras cosas deliciosas. Sí: la moda de las vienoisseries es francesa, pero un local dedicado a la repostería vienesa debiera exhibirlas siempre y con materno orgullo.
Se echa de menos, también, la más insigne pieza de repostería vienesa, la Sachertorte, cuyo consumo en el Hotel Sacher vienés es parte del rito de visita a esa preciosa ciudad (otra parte es visitar el Museo de Arte, y otra, la ópera). Nos dicen en Cory que suele hacerse esta torta a pedido... Debieran tenerla siempre.
Se sigue en esta pastelería o salón de té la actual costumbre de presentar como pasteles trozos de torta. Sin duda esto facilita muchísimo la confección de pasteles, pero... no es lo mismo. Ojalá se vuelva en Santiago a la artesanía pastelera, que modelaba cada pastel individual, haciendo de él una pequeña obra de arte. En esta visita a Cory hemos probado un trozo de la torta San Esteban, chocolatosísima y muy rica, y otro de la torta María Antonieta, que tiene chocolate negro y blanco. Nos pareció muy buena una torta de chocolate con mazapán, y la torta Selva Negra, que es, como se sabe, un clásico en Chile que todo el mundo conoce, no respondió a la idea que de ella se tiene, sino que fue un bizcocho denso, con apenas una capa de crema metida por ahí, sin mucho sabor de guinda ácida.
Encontramos, entre los pasteles, una novedad que nos pareció buena: el pastel de coco con mango, cuyos sabores estaban muy bien amalgamados (mérito no menor, dado el ímpetu saborizante, casi incontrolable, del coco). Y catamos un strudel de manzana, harto seco; una tarta de frambuesa muy bien lograda, y un streusel muy bueno de manzana con guindas. Todos los pasteles (porciones de tortas), tartas y otras piezas cuestan entre $2.900 y $3.700.
El café cortado que ahí se sirve es de buena marca y calidad. En cambio, tuvimos una curiosa y frustrante experiencia con un affogato que pedimos: llegó, en una copa como de Martini, una bola de helado y, aparte, en una tacita, un muy buen café. La idea, nos explicaron, es que cada cual vierta su café sobre el helado, operación imposible por la forma de los contenedores, donde perdimos la mitad del café. No, no más.
Atención buena. Cuidado con la temperatura: ese día estaba demasiado alta.
Av. Colón 5069, Las Condes. 2 2768 3900.