Demonizar la tecnología no es el camino para enfrentar las dificultades que significan regular el uso de plataformas digitales en niños y adolescentes.
Aunque nos cueste aceptarlo, las nuevas tecnologías vinieron para quedarse y es necesario convivir con ellas. Pueden ser un medio de comunicación y acercamiento asombroso, pero también pueden transformarse en un espacio de aislamiento y desconexión con la realidad, o bien de hostigamiento, como sucede en el ciberacoso. Lo más grave es que en muchos casos se transforman en adicción, tanto en niños como en adolescentes, lo que está resultando muy difícil de controlar en la familia, siendo una fuente de conflictos cotidianos.
La comisaría de adicciones patológicas del gobierno federal alemán en su informe anual de Mechthild, da cuenta de que 250.000 son ciberadictos y 1.4 millones son usuarios problemáticos de internet. No contamos con estadísticas nacionales, pero sabemos que el problema ha escalado en forma vertiginosa en los niños y jóvenes.
El término demencia digital fue acuñado por unos médicos de Corea del Sur y lo describieron con los siguientes síntomas: trastornos de memoria, dificultades de atención y concentración, superficialidad emocional y embotamiento generalizado.
Con esta información entregada en el prólogo de su libro, Manfred Spitzer sitúa el problema que aborda en "Demencia Digital", que ha llegado a ser un best seller traducido a varios idiomas.
Sin embargo no todo es negativo, una organización argentina llamada "Conectar Igualdad", dirigida por Silvia Gvirtz, tiene como objetivo estimular el aprendizaje a través de minicomputadores en alumnos de zonas de pobreza. Ella describe tres tipos de niños en su actitud hacia la tecnología: los consumidores pasivos que no saben nada de tecnología y que utilizan los programas conocidos; los consumidores inteligentes, que discriminan en la red lo bueno de lo malo, pero no son creadores, y están aquellos que son creativos. Ella sugiere que para lograr este último tipo de usuarios, es necesario que aprendan a programar.
Gvirtz sostiene además que la computación puede ser una poderosa herramienta para disminuir la brecha de aprendizaje y ayudar a desarrollar la creatividad en sectores vulnerables.