Demos gracias a Gaia que la opción por la vida sana tiene cada vez más cultores, aunque la sobrevida resultante pueda pillarnos con una jubilación algo magra. En fin. La idea es, siguiendo los consejos del viejo Hipócrates, que uno es lo que come. Y en busca de conectarse con la madre tierra es que surgen lugares como Aldea Nativa, un restaurante/tienda que ofrece la opción de alimentarse orgánicamente, lo que en este caso sufre de cierta desorganicidad.
La atención es rápida, lo que, considerando que se llena y usualmente hay gente esperando, es bueno. Seguramente por lo mismo, por esta optimización del momento, es que hay que ir a pagar a la caja lo consumido.
Se le pregunta a la moza si los bebestibles son hechos en el lugar. Responde que sí, antes de traer una lata de té verde saborizado con mango ($2.090). Y no es el primer ruido en la comunicación en este lugar.
Luego llega la sopa del día ($3.500), de champiñones. Abundante pero algo sosa y con un ingrediente inesperado: un largo pelo. La moza acusa recibo y al minuto llega la encargada a disculparse, a ofrecer algún bebestible o postre. Buena reacción, pero tendrán que cuidarse de repetir este problema peludo.
De la oferta de sánguches, uno de carne orgánica ($4.900). Se trata de una fricandela pequeña y muy tostada con tomate y lechuga en pan de molde negro. Ojo que la moza ofreció no las formas, sino la forma de hacer los panes (se optó por uno de masa madre), por lo que se cayó en el equívoco (hamburguesa en pan de molde, cuec). Y ojo con sus habitués, señores de Aldea Nativa, porque por más orgánica que sea su carne, mucho de su público es vegetariano. Y que se cocine "cadáver" en el mismo mesón que sus vegetales es un tema serio. Piénsenlo.
De postre, un cheesecake vegano sin azúcar ($2.900) que era un despropósito, full gelatina, apenas con sabor y con una masa húmeda que parecía no hecha. ¿Por qué ofrecer un remedo de pastelería en vez de una buena fruta con su cáscara, libre de pesticidas?
En una segunda visita, una ensalada de garbanzos ("pebre de garbanzos") sobre una abundante cama de lechuga, zanahoria y algo de palta ($4.900) que venía bañada en limón, casi como un cebiche. Se dejó casi íntegra y la moza, complicada, volvió de la cocina con la consulta de si se quería para llevar... Si se deja, es porque no se quería llevar. Mejor suerte se corrió con una pizza de masa integral ($5.290), con demasiado queso, eso sí, y que se pidió con un mix de berenjena y zapallito italiano, pero que apareció con el champiñón de invitado sorpresa. Venía coronada de abundante rúcula, el otro ingrediente sí solicitado.
De postre, repitiendo, el mismo cheesecake. La masa venía más hecha esta vez, pero definitivamente el problema no es la factura, sino el concepto.
Eso. El concepto.
Tobalaba 1799, 2 25024709.