Llega uno a la pastelería Lala Leelu y, lo primero, es preguntar de dónde salió ese curioso nombre. Y nos explican: "Lala" es el nombre de la guagüita del pastelero, que se apellida "Lee" (es coreano, procedente de Canadá), y "Lu" es el nombre de su mujer. Como "Lee" es coreano, el nombre completo se pronuncia "Lalalilú": lindo, para pastelería.
Y es notable el caso, porque no es -gracias al cielo- el único: están llegando a Santiago nuevos pasteleros, de diversos orígenes, con un rasgo común: la tradición de la pastelería francesa, aprendida y practicada en Canadá. Ya en otra ocasión nos referimos a un pastelero africano que también ha abierto aquí una pastelería de calidad.
En Lala Leelu se advierte la segura mano del maestro de masas. Algunas, como el hojaldre (pâte feuilletée), o la pâte brisée o la pâte sablée, están logradas a la perfección y utilizadas magníficamente en los pasteles. Y hay además una muy buena brioche, y baguettes, focaccias, croissants y otros pocos tipos de panes que uno quisiera que se multiplicaran en variedad. Hemos quedado con la impresión de que este industrioso empresario coreano, que ciertamente mete las manos en la masa, está aguardando una oportunidad para crecer y expandirse a otros lugares de Santiago, cosa que es altamente deseable...
En nuestra visita exploramos toda la oferta disponible aquel día, que no era demasiado vasta. Casi todos los pasteles, presentados cuidadosamente en cajitas individuales, valen $1.600. Comenzamos con un delicioso hojaldre con crema de almendras e higos: qué maravilla. Catamos luego un pie de damasco excelente. Los biscotti de almendras son estupendos para mojar en una taza de buen té o buen café, que sirven ahí mismo. Y la brioche, que elegimos pequeña, es muy buena para comer con mantequilla acompañada de un café.
Los pasteles que había disponibles eran todos de un fino bizcocho con diversos rellenos, cortados en triángulos que, reunidos, forman sendas tortas, como está siendo el uso corriente (se los puede pedir también como tales, sin trozar). Nos parecieron muy buenos el pastel de limón, el de semillas de calabaza, el de chocolate y frutilla, el de té verde, el de maracuyá (con el relleno bien trabajado, sin nada de esa ácida agresividad de esta fruta), el Ópera y el Devil's cake, muy chocolatoso. Catamos también un buen quequito individual de naranja, húmedo y delicado.
El lugar dispone también de algunos postres en tacitas, de los cuales probamos un competente tiramisú.
La verdad es que el único "pero" que le hemos encontrado a esta muy buena pastelería es la oferta más bien restringida de pasteles y el ser la mayoría de ellos trozos de tortas. Echamos de menos esos pasteles individuales, creados uno a uno, con despliegue de artesanía. Lugar algo difícil de encontrar: está en Santa Isabel al oriente de Bustamante, casi esquina con esta avenida.
Santa Isabel 0106, Providencia. 2 2980 7252.