La cocina mexicana es una de las dos grandes de América. La otra es la peruana. Y, a pesar de tener tantos y tan buenos contactos culturales con México, su cocina todavía no termina de aterrizar entre nosotros.
Luego de que cerrara un buen lugar de cocina mexicana en Santiago, hemos ido a la taquería El Ranchero a probar suerte con esa comida, para nosotros los chilenos tan familiar por los ingredientes, y tan exótica por los resultados. Pero no hay aquí una oferta auténticamente mexicana, sino aproximaciones, de las cuales unas aciertan y, otras, se desbarrancan lamentablemente.
Partiremos con una referencia al servicio: muy lento, muy lento. Ahora, no espere Usía encontrarse con un lugar en que, como en México, le ponen a uno en la mesa una buena cantidad de tortillas frescas y calentitas, que van siendo repuestas a medida que se consumen. No. Aquí, a lo más dos tortillas por relleno de taco. O sea, no es posible "taquear" a gusto lo que uno ha pedido, a pesar de que, con frecuencia, el relleno viene aparte como guiso en el plato (ideal para "taquear"...).
De lo que comimos fue aceptable la gordita rellena con pastor (carne de chancho asada), lechuga, queso y crema ($5.150: es una tortilla de maíz que se infla al freírse y se la rellena con diversas cosas), y también lo fue el taco a la arrachera, que es un clásico (carne con cebolla y pimiento; $6.250). En cambio, el taco al pastor ($5.450) resultó ser un par de tortillas de maíz más bien pequeñas que procuraban encerrar infructuosamente unos "pellets" de carne de chancho asada, dura y seca: absolutamente impresentable; los "pellets" rodaban por doquier en frenética huida. Repuntó un poco la comida con el taco el alambrito ($6.950: tocino, cebolla, pimiento y queso), pero, como decíamos, el relleno venía depositado al lado de un mezquino par de tortillas, que no alcanzaba para "taquear". Ahora, lo que francamente alcanzó el nadir fue la quesadilla de flor de calabaza ($6.200: relleno de dicha flor y queso): la tortilla resultó inaceptablemente gruesa, frita en exceso, lo que la endureció, y venía rezumando aceite; la flor de calabaza ni siquiera había sido despedazada, sino que venía entera y aguachenta, como estofada. Esta flor de calabaza, bien trabajada, es de las cosas más delicadas que se come en México (y en otras partes del mundo, por cierto). Ay. Detengámonos aquí; para qué seguir.
De puro aventurados pedimos un postre, la carlota de mango, que resultó fina, bien hecha ($3.200). ¡Por qué no tendrán jericalla, igualita a nuestra leche asada!
Ofrecen dos cuenquitos con ají a elección, según grado de picor. Buenas cervezas y micheladas (se cobra la cerveza y aparte el aliño de la michelada). Se puede elegir entre tortillas de maíz o de harina de trigo.
Vitacura 6489, 2 2219 3106.