¿Sabía, madame, que hay restoranes con una tecnología e infraestructura tan soberbias que les permiten hacer cosas como extraer los jugos de la cáscara del huevo de una gallina endémica y crear bolas de postre incandescentes por dentro y congeladas por fuera? Sip: "huevdessert Chilean style".
Los que es nosotros, poco dispuestos a perder el tiempo, hemos ido a comer a uno de los mejores "bistromarinos" de Santiago (hay también bistrocaseros, bistrocampestres, bistrohuastecos, etc., para su mayor información). Se trata de La tasca de altamar, que está en la calle Noruega desde hace muchas décadas, cuando había en la esquina opuesta un cine y el barrio era realmente barrio. Va quedando la vieja tasca entre ominosas torres de cemento, con local renovado y bien puesto.
Pero lo más impresionante es que la calidad de este bistromarino no ha cesado de crecer, hasta el punto de que ya casi no hay más que desear. Se va a ella con el gusto con que se entra a esos bistrós parisienses donde uno está siempre seguro de comer cosas sencillas y hechas con el máximo esmero.
En La tasca solo se ofrecen pescados y mariscos, para lucir una experiencia de décadas como muy pocos otros lugares pueden exhibir. Y a precios baratos, en un medio como este, en que el esnobismo acepta pagar cualquier barbaridad por cualquier barbaridad.
Este es el único lugar en que, en los últimos años, hemos logrado comer las auténticas "machas a la parmesana" ($8.900), con mantequilla y queso parmesano rallado y punto. Así son. No son esos catafalcos de kilos de queso derretido en los que yacen pichi-lenguas enmudecidas de machas difuntas. Y el perol de machas ($8.900) fue exactamente eso: un perol con abundantes machas cocidas a la perfección, blandas, rosadas, con un sabor y un aroma a mar impresionantes. Por todo aditamento, un pocillo con cilantro y cebolla picados para aliñarlos. Para mí, la cebolla estaría mejor desaguada, en un país en que este bulbo tiene una ferocidad ancestral.
¡Pejerreyes fritos con batido crujiente, dorado y seco, en buena porción, acompañados de una papa "pará" y lechuga escarola! ($7.800). ¡Oh! Y panqueques rellenos de mariscos en una salsa cremosísima de un sabor marino estupendo ($7.600), que habría estado mejor todavía con panqueques más gruesecitos. Después de esto nos dejamos llevar por el entusiasmo y pensamos que no podía perdonarse el clam chowder ($6.900), la famosa sopa de almejas con crema de la Costa Este de los Estados Unidos, con sus papitas picadas. Perfecta.
Probamos, finalmente, una de las mejores crèmes brûlées del último tiempo ($3.800). Servicio rápido y amable (nada de gaznápiros que se entrometen con su "¿está todo bien?"; el gaznápiro, que esté mudo, inmóvil y mirando las mesas, listo para venir si es llamado). Estacionamiento en calles aledañas. ¡Qué lugar tan recomendabilísimo!
Noruega 6347, Las Condes, 2 2211 1041.