Se trata de una casa antigua y recuperada donde pasan cosas, ubicada en Antonia López de Bello pasada la esquina con Loreto. Hay mesas en su interior y también en un gran patio hecho como para esperar la noche. Hay coctelería tan fresca como ingeniosa. Hay vinos con estilo marcado por la facilidad para ser bebidos, eso que los gringos han bautizado como "drinkability", o sea, que no es difícil llegar a la tercera copa porque la boca no está convertida en pasa por tanto tanino. Hay florcitas en las mesas, la música no molesta (al fin se puede escuchar la conversación), servilletas de papel y la gente que atiende se nota feliz sin dejar de ser diligente.
Resulta sospechoso que todo esté tan bien ¿no? Sí, pero no.
La carta es breve, pero de intenciones muy claras: cocina de mercado y con una clara vocación por rescatar carnes y productos más populares. O sea ¿van a experimentar con uno? Sí, un poquito, tal vez, pero cuando llega un Bloody Mary con un toque de piure... por favor, que sigan experimentando.
Y vamos al comistrajo. De cortesía, llegan unas rodajas de pan rústico con un toque de aceite de oliva junto con un poco de sopa fría de tomate y albahaca para untar. Sa-bro-so, aunque falto de frío, ojo, tal vez el único problema en esta rica experiencia. Algo que no pasó con unas croquetas -muy a la española, con su interior de hirviente bechamel- rellenas con trocitos de pernil ($4.500). ¿Se han comido algo en forma impaciente aunque te queme de puro rico que está? Eso. Servidas sobre mostaza casera y con encurtido de repollo, algo en lo que se insiste como marca de fábrica. Y también llegó el ya comentado trago analcohólico-marino (que debiera ser un Virgin Mary, al no tener destilado, ojo, a $4.500), servido en un vaso junto a unas almejas al vapor blanditas y cero gomosas, sazonadas con unas manchitas de crema ácida al cilantro.
Luego fue el turno de un trozo de costillar ahumado de chancho, con una cubierta crocantita invento del cocinero, junto con un guiso de porotos granados, cebolla, zapallo y color ($8.500). La verdad, el acompañamiento casi superaba a la carne, con un agregado de cebolla en escabeche. Siguiendo con esta vocación de la carnicería de barrio, hay que constatar que también hay plateada, mariscos salteados con longaniza y también ¡media cabeza de chancho para picotear! Por mientras se junta hambre para otra ocasión, tres cortes de médula apanada -a una de las tres le faltó calor- cubiertos con granos de mostaza y acompañados de una cabeza de ajo asada/caramelizada ($8.000) que complementaba a la perfección.
O sea, rico todo, de nuevo.
Se pidió el postre del día ($4.000), un helado de chocolate con nueces muy crocantes, y cada vez que se pidió otro vaso de agua con hielo llegó sin malas caras. Aplauso. Y para quien quiera ir en plan económico, hay un menú con más de una opción a $8.900 con entrada+fondo+postre, aunque la verdad es que no es caro este restaurante. Y, además, después de comer tan bien allí, se siente menos caro aún. Rico, rico todo.
Antonia López de Bello 191, Recoleta.
T: 9 4289 3901.