Los amantes del café conocen hace rato este local ubicado en calle Merced. Frente al teatro La Comedia y al Bombón Oriental -con sus pasteles árabes de antología-, en la vereda opuesta de aquel pasaje donde está la galería y librería Plop!, especializada en ilustración, se encuentra un patio interior donde se alojan el restaurante Zabo y esta cafetería de lujo. De lujo, porque son de esos obsesionados con las temperaturas, los grados de tostado y el cuándo se molió el grano de café. Aparte de la atención risueña, tatuada y rápida, lo que se bebe siempre está preparado con esa tan escasa y necesaria mezcla de neura y amor. O sea, es uno de los buenos lugares de Santiago para tomar café, sin duda. Y también para probar su pastelería, con algunos plausibles experimentos veganos, y llevar sus panes.
Entonces, en este tema no hay dudas. Y tampoco las hay con aventurarse a la comida, en formato de tapas, más chicas, y porciones, más abundantes. Para el que espere un aire formal de restaurante, se le recuerda que este es un café que sirve comida. Entonces, no se ponga sus pilchas más elegantes y siga en el mood veraniego antes de apersonarse en Híbrido (por lo de comer) by Colmado (el nombre de la parte del café).
En esta ocasión se pidió de casi todo, con afán investigador obviamente. Lo único que no había era curry de pollo, pero en fin. Un gazpacho de tomate y sandía con salpicón de wakame y crutones ($3.000), el cual venía con un toque de vinagre que era como chancho en misa, el único punto a criticar. Un guiso de habas secas y caserísimas albóndigas ($3.500) en una salsa atomatada era un plato absolutamente de abuela. Más hipster y no por eso menos sabrosa, una brocheta de pulpo -que estaba blandito- con un salteado de arroz y verduritas con una salsa agridulce de maracuyá ($3.900). Una oda a la sencillez fueron las verduras asadas con salsa romesco -de tomate, ajo y frutos secos- y hummus ($3.300), junto a unos "huevos rotos" con papas y jamón serrano ($3.000), con esa yema cruda emulsionante, y las patatas bravas con alioli casero y salsa picante ($3.000). Todos platos solicitados en su formato pequeño, el que se puede ampliar al formato de ración, como se estila en España.
Todo llegó sin tardanza y se dio cuenta de todo con la misma rapidez. En una tarde que cae, llama este festín a una sangría o unas cuantas cervezas, disponibles también. En este caso, con el computador prendido y esperando, se remató con un pastel de zanahoria nada de seco y una crema catalana, por fin, bien caramelizada. Y con los cafés finales, la verdad, una verdadera oda a lo sencillo bien hecho, lo que parece fácil, pero la verdad es que no lo es.
Merced 346, Santiago.