El otro día salí a correr por mi barrio, en Buenos Aires, y vi un grafiti que decía "Seño: ¿qué es el curro de los derechos humanos?". Es una pintada política que necesita explicación. "Seño" es la forma en la que se refieren los niños argentinos de colegio primario a la maestra: el formal "Señorita" devino, con los años, en "Seño". Curro, como quizá todos sepan, significa, en argot local, algo así como un no-trabajo que permite ganar dinero sin esfuerzo. La palabra está en el borde de las que designan un delito y es, en todo caso, algo impropio, innoble. El lunes 8 de diciembre de 2014, el diario argentino
La Nación entrevistó a Mauricio Macri, que por entonces era candidato a la presidencia. El título del artículo -Mauricio Macri: "Conmigo se acaban los curros en derechos humanos"- salía de un comentario incluido en la nota y su correspondiente respuesta: "Organismos de derechos humanos temen una 'marcha atrás' en los avances conseguidos con el kirchnerismo", decía el periodista. "Mi gobierno ha sido defensor de los derechos humanos, de la libertad de prensa, acceso a la salud y la educación. Ahora, los derechos humanos no son Sueños Compartidos y los 'curros' que han inventado. Con nosotros, todos esos curros se acabaron", contestaba Macri. La frase -el curro de los derechos humanos- levantó repudio desde todos los frentes. "Es propio de un reaccionario", dijo Nora Cortiñas, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, que nunca comulgó con el gobierno de los Kirchner, a diferencia de la rama de Hebe de Bonafini. Adolfo Pérez Esquivel, premio Nobel de la Paz, crítico del gobierno kirchnerista, dijo: "Los derechos humanos nunca se pueden relacionar con un curro, hay un mal uso de los derechos humanos, que es otra cosa". Cristina Fernández de Kirchner, por entonces Presidenta de la nación, dijo: "La verdad que cuando uno escucha estas cosas no da rabia, da pena". La alusión de Macri hacía referencia a denuncias por el presunto desvío de fondos entregados por el Estado para la construcción de viviendas sociales de la misión Sueños Compartidos, organizada por las Madres de Plaza de Mayo de la línea de Hebe de Bonafini y un hombre llamado Sergio Schoklender (hay una causa abierta que sigue su curso). En cuanto a la frase "los 'curros' que han inventado", el significado podría rastrearse en un concepto más general.
El kirchnerismo tuvo una política muy activa en derechos humanos pero fue cuestionado desde la oposición y desde los organismos abocados al tema, por hacer proselitismo con un discurso que hacía hincapié en la idea de que tales derechos habían empezado con o eran un invento de su gobierno, echando en el olvido que en 1983, cinco días después de asumir como Presidente, Raúl Alfonsín ordenó por decreto procesar a las tres juntas militares que gobernaron el país desde el golpe de Estado de 1976. Después, el mismo Alfonsín -por cuestiones complejas- dictó las muy cuestionadas leyes de Punto Final (establecía la extinción de la acción penal por violaciones a los derechos humanos contra quienes no fuesen llamados a declarar en un plazo de dos meses) y Obediencia Debida (por la cual se aceptaba que, del rango de coronel hacia abajo, los militares habían actuado cumpliendo órdenes: "Ah, no sé, a mí me dijeron que le pegara un tiro en la nunca/lo arrojara de un avión/lo torturara, yo solo hice lo que me dijeron"). Finalmente, en 1990, el Presidente Menem indultó a todos los condenados hasta entonces. Siguieron años de silencio por parte del Estado y de reclamos por parte de organismos de derechos humanos, hasta que en 2005 el Presidente Néstor Kirchner impulsó la derogación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, y los juicios se reabrieron. En la actualidad hay muchas causas abiertas contra los represores, cientos de ellos condenados, y continúan las críticas al discurso del kirchnerismo como "dueño" de los derechos humanos. En un artículo del 28 de octubre de 2010, la ensayista argentina Beatriz Sarlo decía que Néstor Kirchner había hecho "su escudo protector con los organismos de derechos humanos hasta convertirlos en articulaciones simbólicas y reales de su gobierno. Como sucedió siempre con Kirchner, el apoyo a que las causas obtuvieran sentencia se entreveró con la política que inscribió a las Madres y Abuelas en la trinchera cotidiana".
Volviendo al grafiti -Seño, ¿qué es el curro de los derechos humanos?-, el problema que veo es que incluye y condiciona la respuesta: formulado de ese modo, asume que, si la "seño" es un ser humano decente y no una bestia nazi, la respuesta debe ser que el autor de esa frase -"el curro de los derechos humanos"- es un fascista, un cerdo, alguien que no tiene idea de lo que los derechos humanos son ni se preocupa por ellos. Esa podría ser, o no, la respuesta correcta. El problema es que, queriendo criticar al poder, esa pintada replica una idea reaccionaria: es el poder -la Seño, el Estado-, el que tiene que explicarnos cómo son las cosas. Y nosotros, niños bobos en un aula gobernada por el que sabe, debemos acatar. El curro de los derechos humanos es una frase inmunda. El uso de los derechos humanos como herramienta de manipulación política también lo es. Y la insistencia en que el poder es el que tiene que "explicarnos" cómo son las cosas, probablemente sea la responsable de que hayamos aniquilado toda posibilidad de pensar por nuestra cuenta. Yo quiero escuchar, del poder, su versión de las cosas: no quiero que el poder me "explique" cómo es que las cosas son. Aspiraría a vivir en un país en el que un chico levantara la mano no para preguntar "Seño, ¿qué es el curro de los derechos humanos?", sino para decir: "Seño: ¿puedo decir lo que pienso sobre una frase que leí en el diario?". Un país en el que los alumnos -los ciudadanos- no estuvieran rogando que les dijeran lo que tienen que pensar, sino aprendiendo a pensar por su cuenta.