El influyente Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) hace catorce años se hizo parte de uno de los desafíos más importantes de hoy, como es lograr equidad de género. Es así como creó el Global Gender Gap Report, cuyo ranking se ha convertido en una herramienta utilizada globalmente para medir la brecha de género entre los países, así como su evolución en el tiempo.
Hace unos años decidieron, además, pasar del estudio a la acción, creando task forces o "grupos de tarea" experimentales para lograr avances concretos, más allá del diagnóstico. Las cifras hacen de esto una urgencia: las mujeres cada vez poseen mayor preparación universitaria, pero aquello no se traduce en mejoramientos sustantivos en inserción laboral, igualdad salarial y porcentaje de mujeres en la pirámide superior de las empresas.
El WEF comenzó en países que contaban con ciertas ventajas, pero también con claros espacios para mejorar. Turquía, Corea, Japón y México fueron los que partieron con la Iniciativa de Paridad de Género (IPG) del WEF y, tras establecer que muchas de sus conclusiones y logros se pueden aplicar en otros países, la lanzaron hace dos meses también en Chile. Bajo un liderazgo compartido por el BID, ministros (Hacienda y Trabajo), miembros del sector empresarial y de la sociedad civil -y la secretaría ejecutiva de Comunidad Mujer-, sus metas son altas: mejorar los tres indicadores en un plazo de tres años. No es menor, pensando que Chile está hoy en el lugar 70 de 144 países en brecha de género, posición que cae al lugar 119 si medimos participación y oportunidades económicas.
El inicio fue auspicioso, especialmente por el espíritu de colaboración público-privada que ha implicado. Equipos técnicos diversos en su proveniencia y trayectoria están trabajando codo a codo para sacar a Chile del lugar de los peores alumnos en esta materia. Bien podría ser esta una fuente de inspiración para salir del esquema de polarización y división que ha caracterizado al país en los últimos años, en que pareciera que siempre se está jugando al juego de "suma cero", en el que si alguien gana, el otro automáticamente pierde.
Y es que lograr que las injusticias contra la mujer se combatan en conjunto es una tarea que debiera importarnos a todos. No solo a quienes las viven, sino especialmente a las mujeres y hombres que no han tenido que padecerlas, y que por tanto viven en un mundo de privilegios.
Que las mujeres ganen igual por el mismo trabajo, que puedan desarrollarse libremente y sin cortapisas, y que puedan llegar todo lo lejos que quieran en su trayectoria laboral, es una materia no solo de enorme conveniencia económica para el país. Es un tema de justicia social, que por lo mismo debe convertirse en una meta transversal y compartida. Iniciativas que integran a distintos actores, como la IPG del WEF, son un avance sustancial en este sentido.