Imagine por un momento a un ciudadano norteamericano de ideas más bien conservadoras. En ese país, eso significa que él desconfía del aparato estatal y mira con simpatía el libre mercado; en temas "sociales" (así llaman a cuestiones como el aborto o el estatuto de las uniones homosexuales), está a favor de respetar la vida no nacida y el matrimonio que ha existido desde siempre; además, está convencido de que los EE.UU. han llegado a ser grandes gracias a los inmigrantes.
¿Qué razón podría tener alguien así para votar por un proteccionista acérrimo, como Donald Trump, un hombre que mira con desconfianza la inmigración, cuya moralidad personal es bastante dudosa, y que en su pasado no ha mostrado mayor preocupación por el respeto a la vida o la salud de la institución familiar?
Hoy, ese votante tampoco estará contento con la salida del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por su sigla en inglés), el muro con México, la prohibición de entrada de inmigrantes de ciertos países y, especialmente, la práctica de saltarse al Congreso y gobernar por decretos.
Con todo, si ese ciudadano tiene los ojos y los oídos sanos, no podrá alegar que se trata de una sorpresa. El actual Presidente de la nación más poderosa de la Tierra simplemente está poniendo en práctica las cosas que había anunciado en su mediática campaña.
Algo muy grave debe haber pasado a ese votante para que, informado como estaba, haya decidido dar en noviembre su voto a Trump y hoy se abstenga de manifestarse en su contra. Lo que ha ocurrido se resume en dos nombres: Obama & Clinton. Nuestro ciudadano está dispuesto a pagar cualquier costo por no seguir siendo gobernado por gente como ellos. ¿Por qué?
Obama recibió el Premio Nobel de la Paz, pero dejó al país más dividido que nunca antes en la historia. Alcanzó niveles inimaginables de popularidad, pero luego abonó el terreno para que el Partido Republicano arrasara en el Congreso, obtuviera un número incomparable de gobernadores y, además, ganara en las legislaturas de la gran mayoría de los estados, lo que ciertamente no puede atribuirse al factor Trump. Su programa estrella, el Obamacare, apunta a beneficiar a millones de personas necesitadas, pero los datos duros muestran que el valor de Bolsa de las compañías de seguros de salud ha crecido más que nunca (duplicado o triplicado en ciertos casos), en la misma medida en que han aumentado las primas que deben pagar los ciudadanos comunes y corrientes. Además, enemistó a su país con Rusia.
Un capítulo especial fue la actitud de Obama sobre el aborto. No solo presionó de todas las maneras imaginables a los hospitales (incluidos los de orientación cristiana) para que lo practicaran, sino que impuso su veto a los intentos de limitar las formas más brutales de aborto.
Estas y otras conductas produjeron decepción y luego irritación en el ciudadano medio. Uno habría pensado que Hillary Clinton iba a suavizar un poco esas posturas, para captar a los votantes moderados. Pero no, fue todavía más radical: "la persona no nacida no tiene derechos constitucionales", afirmó tranquilamente. Y en su empeño por captar a los votantes de Sanders se fue inclinando cada vez más hacia la izquierda. Al final, su discurso parecía dirigido exclusivamente a grupos minoritarios muy organizados y dotados de una fuerte carga ideológica.
Trump tiene muchos defectos, pero no es tonto. Vio la oportunidad de su vida: descubrió que había millones de votantes entre la espada y la pared. De este modo, mientras mantenía y extremaba su discurso proteccionista y xenófobo, entregó como moneda de cambio algunas garantías a los votantes moderados, en materias que no tienen mayor costo para él, como el aborto y el respeto a la familia. Y acertó.
No es difícil entender a sus votantes moderados. Construir un muro en la frontera con México me parece algo terrible. Retirarse del TPP es un disparate geopolítico y económico. Pero, como lo hizo Obama, oponerse a un proyecto que prohíbe el aborto por selección de sexo, o negarse a que los niños que sobreviven un aborto reciban igual atención médica que el resto, es algo infinitamente más grave. Y lo mismo se puede decir de las otras políticas extremas defendidas por los demócratas.
Muchos votantes de Trump ciertamente sabían que era un candidato peligroso, y hoy lamentan sinceramente sus conductas matonescas. Pero Obama & Clinton no les dejaron ni les dejan otra salida.