Quien ha comido alguna vez un pad thai, el plato insignia de la cocina callejera tailandesa, es alguien que ha entregado el alma para siempre. Porque si bien hay otros sabores -y en particular picores- y texturas en esta culinaria, esos en apariencia simples tallarines de arroz agridulces, con maní, tofu, verduritas (abundantes dientes de dragón) y el acento de la inconfundible salsa de pescado, es un verdadero babel en la boca. Por lo mismo, si se apersona algo confundido e indeciso en un lugar como el Lai Thai de Providencia (el, los clásicos de este nombre, están en Franklin), esta debe ser su elección (a $5.900). Antes, pruebe unos pinchos de pollo marinados en leche de coco y con salsa de maní (sate gai, $5.000) o unos camarones apanados en panko con salsa agridulce ($5.500, kung tod), aptos para cualquier tipo de gusto que no reniegue del acento azucarado en el plato.
La novedad es que este local se ha ampliado, en un segundo piso semi-escondido en calle Holanda, a pasos de Providencia. Hay más mesas y, gracias a Dios, una cocina que cumple a cabalidad para la cantidad de sillas. Es como para pellizcarse de lo rápida que fue la atención en esta visita, en hora peak de almuerzo, con todas las mesas llenas. Ojo que no es lujoso -sólo tienen bebidas de lata- y la sombra no es suficiente en días satánicos como los de estos días, pero el servicio es veloz y los platos llegan raudos, de verdad. Pareció casi de cámara escondida.
Aparte de lo ya recomendado, se probaron unos tallarines de trigo (spaghetti khee mao, $5.000) con camarones, albahaca, zanahoria en rodajas, choclitos y pimentón que eran supuestamente flamígeros (en la carta advertían "HOT"), pero no. Eran sencillamente exquisitos, pero apenas picantes. En fin, igual bienvenidos, porque a veces el esófago se merece un recreo impensado.
Para resumir: buenas porciones, precios razonables, servilleta de papel y una calidad estable en el tiempo. Para alguien que se vuelve habitué, ojalá hubiera algunos platos sorpresa. Pero como la carta acotada se traduce en un servicio y una cocina ejemplares, como dicen los gringos: "si no está roto, no hay para qué repararlo".
O sea, sigan en lo suyo y no pesquen.
Holanda 079 (también se puede entrar por la galería Francisco de Aguirre,
Providencia 2528, local 203).