¡Cuántas plagas llueven sobre los restoranes chilenos! Una es el tamaño: frecuentemente enorme; espacios de frío concreto, desangelados, como casino de clínica. Otra: la presunción científica: se lo recibe a uno como quien asiste a un experimento en química, o biología, al cual hay que acceder agradecidos. Estas y otras más (el servicio calamitoso, la cocina adocenada -¡muera el pulpo al olivo, por rico que sea; pero, basta!-).
No se dan cuenta muchos "restauradores" que el ciudadano corriente busca un lugarcito tranquilo, chico, con aire familiar, sin engolamiento ni prosopopeya; con platos que no deslumbren por los "hallazgos" (es un decir: son imitaciones de la moda imperante -casi siempre catalana-), atención cuidadosa -eso sí- y precios asequibles, para gente normal que va ahí a comer y no a lucirse y pelar a los demás que se lucen.
Bueno: si Ud. anda buscando un lugar así, debe encaminarse al Rishtedar de Av. Holanda. Rica cocina india, bien cuidada, sin estridencias. Y para que se haga una idea, aquí va lo que comimos. Primero, Jheenga til tikka ($6.400): camarones apanados en ajonjolí con diversas especias; ricos; buena entrada. Otra: Goa chilly bengan ($4.600): deliciosas berenjenas salteadas con cebolla, pimiento y tomate, más una cantidad de especias. Y otra, para que vea Usía que nos preocupamos de informarle: Murgh pacora ($5.300): pollo apanado en harina de garbanzo y frito, con salsa de cilantro. Buenísimo.
Y los fondos: Sahi paneer ($6.900): un curioso queso indio, como quesillo, cortado en bocados con una rica salsa, bien aromática con su masala donde se apreciaba el cardamomo; para nosotros, una novedad bienvenida. Otro: un Butter chicken ($7.500): un clásico indio, de pollo con una fina salsa de tomate con su aromático masala. Otro: Ghosth nilgiri korma ($8.900): cordero estofado, blandito, con una salsa que armonizaba perfectamente coco, menta y un poco de picante, muy, muy agradable.
Esto fue acompañado por el famoso pan indio, el Tandoori kulcha, que trae cebolla y cilantro incorporados ($2.200 un trozo grande, que alcanza para dos o tres), el que, relleno con lo que hay en su plato, puede cumplir la función de las tortillas mexicanas, si está Usía por darse ese gusto. Y un arroz basmati, muy sencillo ($2.200).
Después de estos platos, pasa una simpática señorita con lavatorio y jofaina de bronce para lavarle a uno los dedos si, como suele ser el caso entre los indios, los ha metido uno en la salsa.
Y grandes pequeños postres. Pedimos una degustación de ellos ($8.700), cosa muy recomendable: nos trajeron porciones del único kulfi de almendras bueno que hemos comido en Santiago, ese heladito bien dulce; ananass babbabs, piña con miel y especias; mouz mouzafar, plátano frito a la perfección, con helado; y espectaculares gulab jamu, bolitas de almidón fritas en almíbar perfumada con agua de rosas.
Holanda 160, 2 2231 3257.