Es tan difícil para los adultos elaborar la pérdida de un ser querido y poder encontrar un sentido y un lugar para el dolor. Cuánto más difícil resulta encontrar palabras para explicar a los niños la muerte y poder consolarlos, especialmente cuando se enfrentan por primera vez a la partida de personas que han sido muy significativas para ellos.
Encontré una oración muy poética, de la que me gustaría compartir algunas líneas que dan cuenta del enorme vacío que dejan en nuestras vidas los que parten:
"Por los que no están con nosotros. Por los que faltan y dejaron su ausencia escrita en recuerdos. Por aquellos que dejaron de ver nuestros ojos y nosotros los suyos, por aquellos que el corazón les falló y dejaron de escribir notas en la partitura de nuestra vida".
Pero ciertamente esas personas que añoramos están y estarán siempre en nuestros recuerdos, en los lugares que compartimos o visitamos juntos, en las múltiples experiencias vividas en conjunto. Compartir recuerdos es quizás lo mejor que podemos hacer por los niños a los que les toca transitar por un duelo en edades tempranas, junto con escucharlos, acoger sus porqués y permitirles expresar su pena.
C.S. Lewis en su libro "Una pena en observación", describe el proceso de duelo tras la muerte de su esposa. El autor británico, soltero y anglicano, se encontró con la poetisa americana Helen Davidson, que era católica, divorciada y comunista cuando bordeaba los cincuenta años. Refiriéndose a su relación después de su muerte, escribe: "En esos breves años pasados, H. y yo festejábamos el amor en cualquiera de sus modalidades: la solemne y alegre, la romántica y realista, tan dramática a veces como una tempestad, otras veces tan confortable y carente de énfasis como cuando te pones unas zapatillas cómodas".
Cada persona vive sus pérdidas de una manera única y los niños no son una excepción. Algunos se repliegan y no quieren conversar; otros necesitan de la compañía de sus iguales y jugar; en tanto que algunos necesitan expresar sus penas con un adulto que los contenga.
La presencia de padres o adultos sensibles a las necesidades de los niños podrá ayudarlos en sus procesos emocionales y en la comprensión de un misterio tan difícil de aceptar, como es la muerte.