Cuando termina un año, a veces de manera sistemática y otras de manera incidental, se tiende a evaluar lo que fue, y es bueno que así sea.
A veces hay eventos muy dolorosos como una enfermedad o la pérdida de un ser querido que tiñen de tristeza la evaluación. Por supuesto es normal que así sea, pero no debe llevarnos a perder de vista los aspectos positivos.
Es importante que los niños aprendan a visibilizar los gestos que nos pueden haber iluminado en los momentos difíciles. Por ejemplo, el cariño y la compañía recibida en esas situaciones, o bien cómo se pudo, a pesar de las dificultades, lograr algunos objetivos.
Una evaluación siempre tiene luces y sombras. Pero si queremos educar niños optimistas deben primar las primeras. Por lo mismo, es bueno recordar algunas de las cosas buenas y detenerse a analizar los logros alcanzados. Una autoevaluación desde una mirada positiva siempre es una motivación para hacer las cosas lo mejor posible. A veces, con la mejor de las intenciones, los padres ponen el acento en las debilidades y en los errores cometidos, con lo que el niño va interiorizando con más fuerza los aspectos negativos de su imagen personal, lo que obstaculiza el cambio.
Una parte importante de lo que nos sucede no depende de nuestras acciones, pero sí está en nuestras manos la forma en que lo vivimos y lo enfrentamos.
Una evaluación debe contemplar los aspectos positivos como las dificultades, aquello que nos sucedió y aquello en lo que hemos puesto esfuerzo y energía para que resulte bien.
También, y ¿por qué no?, pensar en aquello en que nos equivocamos o en lo que fuimos negligentes y cómo hacerlo mejor. Pensar en lo que nos faltó no es para quedarse pegados en la culpa, sino que pensar en cómo enmendar rumbos.
Cuando se intenciona una actividad de autoevaluación en los niños, debe ser hecha en un momento en que se esté "en buena". Es mejor no dirigirla y menos inculpar. La autoevaluación solo produce cambios cuando se inscribe en una toma de conciencia personal. Culpar activa los mecanismos de defensa y no necesariamente los deseos de cambio. Al comenzar el año es recomendable inyectar en nuestros hijos esperanza, decirles que en este año podemos realizar buenas cosas.