Parece obvio que todos quisiéramos que en nuestras familias la convivencia familiar se desarrollara en un clima armónico en que todos se sientan aceptados y afectivamente cercanos, en el que circulen emociones positivas pero tengan cabida para su contención las emociones difíciles y dolorosas. Que la familia sea un espacio en el cual las dificultades y las diferencias puedan enfrentarse con sabiduría.
Ciertamente lograr un clima armónico requiere de mucho esfuerzo, de estar atento a los detalles, visibilizar las necesidades de los demás y reconocer los aspectos positivos de la realidad y especialmente de los hijos. Decir una palabra amable no sólo hace que los niños se sientan bien sino que siembra imagen personal positiva. Además los niños aprenden por modelo a dirigirse a tener una actitud aceptadora y una mirada optimista del entorno y de lo que se viene por delante.
Es necesario reflexionar sobre qué caracteriza nuestro clima familiar, ¿cuáles son sus fortalezas? y ¿cómo podríamos mejorar las debilidades?
Quizás la característica central para que los niños tengan una percepción positiva de su ambiente familiar es sentirse aceptados y queridos como son a pesar de sus defectos. El único afecto incondicional que se tiene en la vida es el de los padres y contar con él da una base de seguridad que favorece el bienestar emocional y la confianza en uno mismo.
Los ritos familiares son también un ingrediente significativo, la celebración de los cumpleaños, el instaurar ritos de inicio o cierre del año escolar, los aniversarios, la participación en los campeonatos deportivos y tantos otros que quedan grabados en la memoria emocional de los niños, cuando son planificados con afecto.
Solucionar los conflictos en forma regulada es de la mayor significación, en toda familia hay conflictos y cuando no aparecen probablemente las necesidades de alguien no están siendo consideradas. Sin embargo, a pesar de lo complejo que a veces pueda resultar especialmente con los niños difíciles es necesario que los adultos de la familia mantengan la calma, escuchen , pongan límites y contengan a sus hijos desde la serenidad y no desde el descontrol.
Preguntarse ¿qué podríamos aportar para ser una familia más feliz? puede ser el inicio de una mejor convivencia.
"El único afecto incondicional que se tiene en la vida es el de los padres y contar con él da bienestar".