Sin duda, poner límites a los hijos es una de las competencias parentales indispensables para el logro de un buen desarrollo cognitivo y emocional. Sin embargo, cómo imponer estos límites es una de las áreas en las que hay una mayor discusión entre los padres, si bien entre los expertos hay bastante consenso. El proceso de socialización y adaptación del niño requiere que vaya interiorizando ciertas normas que le facilitarán la convivencia y el aprendizaje, y favorecerán el desarrollo de conexiones en la corteza prefrontal. Aprender a regular su conducta y tolerar la frustración es fundamental para el desarrollo del niño, constituyendo un importante predictor de su competencia social y de sus logros académicos.
Álvaro Bilbao, en su libro "El cerebro de los niños explicado a los padres", plantea siete reglas para tener éxito al poner límites:
PRONTO. Poner los límites cuando la conducta se está iniciando; esto hará más fácil que el niño la aprenda, ya que se evitará que la conexión negativa se produzca.
ANTES. También relacionada con un factor temporal, consiste en frenar al niño, en lo posible, antes de que ocurra la conducta.
SIEMPRE. Dado que los niños se caracterizan por ser persistentes, es necesario tener siempre presentes los límites acordados, para así poder cumplirlos.
CONSISTENCIA. Es fundamental que exista acuerdo entre las normas impuestas por el padre y las de la madre, lo que supone que lo que autoriza uno no sea desautorizado por el otro.
TRANQUILIDAD. Quizás la regla más difícil de cumplir, porque los niños muchas veces hacen perder la paciencia a sus padres. Es indispensable conservar la calma. Cuando los padres están muy ofuscados, el miedo que generan en los niños altera el funcionamiento de la zona del cerebro encargada de entender y gestionar los límites.
CONFIANZA. Los padres deben actuar teniendo claro lo que están buscando al guiar a sus hijos.
CARIÑO. La regla más esencial. Si el niño percibe que el límite es puesto desde el afecto, comprenderá que no es algo que se hace contra él, sino que es simplemente una regla que es necesario cumplir para obtener mejores resultados.
Por último, si bien es aconsejable poner límites, es necesario cuidar que no sean excesivos, para no abrumar a los niños y no deteriorar su relación con los adultos.
"Aprender a regular su conducta y tolerar la frustración es fundamental para el desarrollo del niño".