"Siempre vi el periodismo como algo experimental", dijo el periodista argentino Jorge Lanata en la inauguración del Congreso Mundial de Mujeres Periodistas, que se realizó en Santiago la semana pasada. Él explicaba de este modo la actitud que se requiere para imaginar y construir el futuro de nuestra profesión. Especialmente de cara a las ansiedades y temores que se presentan, ya sea por la encrucijada digital, como por los complejos casos y escenarios que nos está tocando cubrir, como son la elección norteamericana o el Brexit. En medio de estas incertidumbres, el periodismo aparece como más necesario que nunca y, también, con grandes posibilidades de vitalizarse, si fortalece algunos pilares esenciales.
El primero tiene que ver con lo que planteaba Lanata. Recuperar -o desarrollar- el espíritu de "laboratorio" que debiera tener siempre el oficio. Desafiar y cuestionar los paradigmas, reinventar las formas y buscar nuevas alternativas, en vez de hacer más de lo mismo. Quienes siempre se han preguntado la pertinencia de formatos, prácticas, temas, narrativas, se sienten de por sí más a gusto en un ambiente de inestabilidad como este, que abre muchas oportunidades de crear. Se escucharon ejemplos inspiradores, como el de Juanita León, con su excelente medio digital líder en Colombia (La Silla Vacía), o los de quienes han encontrado innovadoras formas de contar a las generaciones más jóvenes temáticas de derechos humanos, como "Los archivos del Cardenal. Casos reales", proyecto multimedia premiado internacionalmente y que fue presentado en uno de los paneles.
En segundo lugar, se hizo mucho hincapié en la necesidad de reforzar la ética periodística. ¿Cómo dirimir aquello que, más allá de su espectacularidad o interés, realmente sea relevante para la sociedad? Y, tan importante como eso, ¿cómo hacemos que lo relevante sea también atractivo y no quede relegado a un segundo o tercer plano informativo?
En este sentido, la exposición de Andrea Vial nos planteó lo esencial que es definir al periodismo como un servicio público, y rescatar los valores básicos de la profesión. Es imperativo volver con mayor intensidad a la calle, al reporteo en terreno, y huir tanto del impresionismo subjetivo como de los propios prejuicios. También, fijar estándares de calidad más exigentes en el chequeo de la información y en la calidad de la escritura o la realización. Además, por cierto, de desarrollar aún más el discernimiento crítico para tomar complejas decisiones. Aprender a navegar en aguas difíciles manteniendo "alejada la nave del oleaje y espuma", como afirmó Carlos Peña (citando a Aristóteles), es una ilustradora metáfora de los retos éticos.
En fin, fueron tres días que mostraron vitalidad y diversidad en el periodismo actual, y sus enormes oportunidades más allá de las dificultades y los tropiezos.