"El Partido Comunista no se equivoca", me decían de niño. Hasta sus más enconados enemigos veían al comunismo como una maquinaria perfecta, que avanzaba inexorable conquistando un país tras otro. Quién habría imaginado entonces que hasta un militante del modesto Partido Humanista iba a conseguir derrotarlos en la elección del Colegio de Profesores. Y lo hizo, en parte, con un discurso que parecía copiado de un folleto gremialista de los tiempos de Jaime Guzmán, porque Mario Aguilar y los suyos reivindican la autonomía del Colegio y su independencia respecto de los partidos políticos.
De ahora en adelante, los profesores saldrán a la calle y harán huelgas cuando se les antoje, y no cuando el Sr. Teillier lo ordene.
Al PC le ha llovido sobre mojado, porque su estrella Bárbara Figueroa lleva unos meses sin acertar una: su honorabilidad no quedó muy bien parada en la última elección de la CUT; su imagen pública se resintió con sus insultos al ministro Valdés, y ahora integraba la mesa del derrotado Jaime Gajardo, es decir, ha perdido en su propia casa. Pero lo mejor de todo fue el análisis que hizo Bárbara de la situación: la culpa la tiene el "fuerte anticomunismo" que existe en el país. Aguilar les estaría haciendo el juego a los sectores que no quieren que haya cambios en Chile, y por eso alentaría esas bajas pasiones anticomunistas. ¡Ya se nos había olvidado ese vocabulario!
De pronto, los fantasmas de Gabriel González Videla, Marcos Chamudes y el macarthismo han aparecido para promover una siniestra conspiración contra nuestro pobre PC.
¿Qué debería hacer el Partido Comunista para enfrentar esta campaña orquestada en contra suya, que hace cada vez más incómoda su presencia en la Nueva Mayoría, donde ya nadie reconoce los costos que ha debido pagar con su entrada en La Moneda? En efecto, aquí y allá el PC es criticado por el hecho de aparecer como un partido burgués, que ha terminado por venderse al sistema. Su imagen se ha venido abajo por su lealtad inconmovible para con el proyecto de la Nueva Mayoría, y los ingratos de la DC y los partidos de izquierda insisten en arrinconarlos.
No seré yo quien le dé consejos al PC, pero una cosa parece clara: los comunistas podrán rezongar todo lo que quieran y dar toda suerte de explicaciones para el mal momento que están pasando, pero no creo que se vayan a retirar voluntariamente de la Nueva Mayoría. Sin ella, la tienda de Teillier no tendría todos los asientos que hoy posee en la Cámara de Diputados ni podría soñar, como lo está haciendo, con una senaduría.
Además, ha conseguido unas prebendas suculentas, como la de Marcos Barraza en el Ministerio de Desarrollo Social. Ellas le permiten al PC administrar más de mil millones de dólares anuales y dirigir a más de 3.000 funcionarios públicos. Ningún político renuncia a un poder semejante, y mucho menos un comunista. El PC ha probado el poder y se ha vuelto adicto al mismo.
Pero las adicciones tienen costos. Aunque en estos años hayamos visto que el PC determina el ritmo al que se mueve La Moneda, la verdad es que dicha agrupación es la más vulnerable entre los partidos de la coalición, porque si la echan de la Nueva Mayoría le habrán dado un golpe muy serio (cosa que no ocurre con su rival, la Democracia Cristiana, que puede sacar ventajas dentro y fuera de la NM).
Lo suyo es puro bluf. Su gran carta de presentación consistía en que podía controlar los movimientos sociales, pero hoy constatamos que no es así: su relevancia en las organizaciones estudiantiles es bastante escasa, y ahora ha perdido el poderoso gremio de los profesores. Sigue siendo capaz de causar molestias, pero en ningún caso puede impedirlas si son otros los que agitan la marea.
Es posible que, en esas condiciones, todavía sea rentable para la Nueva Mayoría mantener al Partido Comunista en sus filas, y proyectarse con él para la próxima elección parlamentaria y presidencial. Pero ya no tendrán consigo al oso temible que muestra sus dientes y garras a sus adversarios, sino apenas un osito de peluche rosado que permite a la minoría que nos gobierna tener asegurada la patente de progresista. Además, por mucho que los ositos parezcan más simpáticos que los osos, quienes hayan visto "Toy Story 3" sabrán que un osito rosado despechado puede ser muy peligroso.