Cuando hoy decimos que una pastelería está a nivel "estándar", decimos que ofrece, en general, buena calidad. Dichosos tiempos estos en que la pastelería y la panadería vuelven a estar en Santiago a un nivel "estándar" que supera el "más o menos".
La pastelería Paul tiene en el Parque Arauco un salón de té de tamaño moderado que agradará a quienes gustan de comer y beber en medio de la multitud: un mall es hoy lo que ayer fue la plaza, donde todo el mundo convergía para ver, ser visto y distraerse. Faltan los árboles, no más, y los pajaritos...
Esta vez, en Paul abundaba la oferta de tartaletas ($3.500). Y nos parecieron de buena calidad: catamos la de pera en frangipane, con un agradable dejo de almendras; la de chocolate, que se hubiera beneficiado grandemente con un chocolate de sabor más intenso; la de frutilla, calidad "estándar"; la de limón, que nos pareció muy buena; y la misma de limón con cubierta de merengue, transformada de este modo en pie de limón. En todos los casos la masa quebradiza estaba bien hecha.
De los muchos macarrones probamos uno, de gran tamaño, de frambuesa. La fama que han adquirido estos pastelitos franceses de almendra, y el gran gusto que se ha desarrollado por ellos, ha llevado a que se aumente su tamaño (y su precio: $3.000), lo cual nos deja un poco en la duda: lo agradable de esta pieza de repostería es que es más bien pequeña e invita a probar otras con diferentes rellenos. Pero aquí "el cliente tiene la razón".
Un capítulo en que esperábamos mucho más, sin embargo, es el de los éclairs, que es uno de los grandes logros de la pastelería francesa. En este caso, el éclair de chocolate apenas alcanzó el nivel de "satisfactorio": la masa no estaba todo lo liviana que se espera, y el relleno de chocolate nos pareció de sabor poco chocolatoso y de consistencia excesivamente "maicenosa". Pagar por él $3.000 nos dejó algo pensativos.
Tampoco quedamos del todo conformes con el milhojas (también $3.000): como somos amantes del hojaldre hubiéramos querido que éste se luciera más. Aquí se trató, más bien, de un sándwich de crema pastelera hecho con hojaldre. No estaba mal, pero tampoco arrastraba tras de sí a las multitudes...
Paul ofrece también una variedad importante de panes franceses, rubro en que las Galias llevan, quizá, la delantera en Europa. Esta vez, lo más que hicimos fue acercarnos a los croissants, de los cuales probamos uno relleno con pasta de almendras ($1.900), bien delicado, y al pan de pasas, especie de rollo de hojaldre con esa fruta ($1.200).
Los precios, finalmente, nos parecieron en el nivel "centro-alto" (para usar una terminología afín a la jerga ciudadana de estos días electorales). Quisiéramos que la calidad tendiera en la misma dirección.
Av. Kennedy 5413, local 390-A, piso 1, Las Condes.