El miedo es una emoción que ayuda a que los niños se protejan de peligros eventuales.Pero, cuando son excesivos o apuntan a situaciones que no son peligrosas, pueden resultar muy limitantes.
Las experiencias difíciles ponen temerosos a los niños y corresponde a los adultos ayudarlos a superar las situaciones traumáticas.
Cuando se han enfrentado situaciones traumáticas, muchas veces aparecen en la imaginación recuerdos de lo sucedido. Estos flash backs provienen de imágenes de miedo que no han podido ser integradas.
La estrategia que más ayuda es que el niño pueda conversar. Es a través del diálogo como se van diluyendo las imágenes que produjeron el trauma y estas se van desactivando.
Cuando un niño describe lo que le asusta, el lenguaje localizado en su hemisferio izquierdo se comunica con el hemisferio derecho, de tal manera que se va integrando la experiencia traumática. Por eso, cuando se vive una experiencia difícil, se necesita hablar una y otra vez del tema. En la medida que la situación crítica se va elaborando, la angustia disminuye. Cuando los dos hemisferios se comunican entre sí, disminuye el miedo.
Restarle importancia o derivar la atención no es una buena estrategia. Se requiere mantener la experiencia y no suprimirla. De otro modo, los miedos seguirán actuando sin control consciente. La integración de la experiencia se produce a través del lenguaje, pero también puede ayudar el dibujo. La cercanía y compañía de los adultos con los que el niño siente apego, le ayudará a procesar las imágenes temidas al tener la contención afectiva que lo tranquilice.
Los miedos innatos o adquiridos no se superan evitando la situación temida. Es necesario animarlos a enfrentar los miedos, sin forzarlos, validándolos para que recuperen la confianza. Una vez que enfrenten la situación temida, pregúntele cómo se siente y señálele con fuerza cómo ha sido capaz de controlar sus miedos. Otra estrategia es ayudarlo a través del juego y la lectura. En el libro "Consejos para domesticar monstruos", proponíamos un juego: transformar los monstruos en personajes divertidos. Sentir que se puede dirigir la imaginación es un poderoso mecanismo para calmarse.