Sobre el escenario, tres mujeres baten palmas, entonan canciones y llevan el ritmo con un músico en escena. Más allá, una cuarta mujer: Soledad Lagos. Ella es una de esas personas que ha fortalecido al teatro nacional con saberes teóricos y conocimientos de dramaturgia internacional, ya sea como docente o como dramaturgista. Muchas generaciones de actores y actrices egresan con mayores referencias y visión crítica gracias a su enseñanza.
El rol de dramaturgista, menos conocido por el público general, es el de una persona que acompaña el proceso de creación a través de etapas como la escritura, la investigación, la edición, la traducción. En ese rol trabajó, entre otros, con el director Rodrigo Pérez en la trilogía La Patria : "Cuerpo", "Madre" y "Padre". O en su faceta musical, en espectáculos como "Piaf". A veces Soledad Lagos sale de ese "tras bambalinas" y se sitúa en el escenario; eso ocurrió en "¿Quién es Chile?", en 2014, y ahora en "Muros (o la socialización amorosa)". En este proyecto, en el que hace de dramaturga, dramaturgista y directora, opta por una temática más intimista: los modelos amorosos.
El amor es un sentimiento universal, pero también es una construcción cultural. En la Edad Media existía el amor cortesano, y hasta el día de hoy existen los "matrimonios arreglados" y un sinfín de estándares que cambian de cultura en cultura, de época en época. Además, en la tradición latinoamericana hemos aceptado como natural algo que quizás no es natural: que lo correcto es vivir en pareja, lo que se percibe en preguntas sociales impertinentes del tipo: "¿está solita?" Pero la sabiduría popular es más iluminada y la autora recoge el dicho: "Más vale sola/o que mal acompañada/o". Esta idea, entre otras, recorren la obra.
Este proyecto del colectivo Acá Seguimos, con un elenco formado por Nicole Gutiérrez, Annie Murath y Silvia Novak, es un valioso proyecto autogestionado que pone a dialogar a tres mujeres de edades y procedencias distintas junto a un músico con alas de ángel que toca el cajón peruano. La trama avanza con letras de boleros, valses y coreografías que indican lo peligroso de un discurso amoroso poblado por mujeres abandonadas y novias despechadas. La música popular, con sus versos incendiarios, nos instruye en el melodrama. "Que nadie sepa de mi sufrir". La obra avanza con números musicales y coreografías que la hacen una pieza fresca que reflexiona sobre las relaciones de pareja y las formas de adoctrinamiento social, en especial de las mujeres en roles sufrientes y secundarios.
Por lejos, lo más interesante son los relatos cargados de ironía que despiertan carcajadas. Por ejemplo, la historia inicial, "el hombre con el que viví infinidad de tiempo hablaba de mis 'excentricidades' para referirse a mi necesidad de silencio y soledad, aunque para mí era obvio que lo que quería era obtener rápido un informe, donde se mencionara que yo sufría de una depresión severa, alucinaciones o lo que fuera". Ya Mistral habló en varios de sus poemas de la "loca razón" de las mujeres, la irracionalidad asociada a la mujer en el campo emocional. O luego, más adelante, hay una escena que emerge de un libro, en referencia a los costos del hombre cuidador: "Me dijo que habíamos venido a este lugar sólo a causa mía, que yo tenía que descansar y aprovechar de respirar todo el aire puro que fuera posible". Pero en ese sobrecuidado hay una prisión que de pronto la mujer observa en el muro, entonces suena el vals peruano "Pasión y odio".
Las mujeres evocan a distancia, dolores y rupturas con el encanto de la voz y las dotes corporales. Silvia Novak se luce con sus ejercicios físicos, Annie Murath con su cultivo vocal y Nicole Gutiérrez con su joven desplante. Las tres se han empoderado desde sus talentos para ser una voz personal y colectiva al son del ritmo de la percusión y sonoridades cotidianas (papeles, muebles, taconazos).
La educación sentimental no es inocente, ese espacio que pensamos que es íntimo y libre, y en cierta forma lo es, también está condicionado por discursos culturales e ideológicos. La autora lo declara así en una entrevista: "Un sentimiento que muchas veces se encauza, se manipula, se tergiversa, se vacía de sentido y hasta se viola y destruye, con la anuencia implícita de las convenciones sociales...". Porque claro, estas mujeres exponen que no se puede estar acompañada a cualquier costo y que el amor también es algo que está en otra lengua, que no necesita traducción. El texto nos propone pensar en otros paradigmas.
Tras bambalinas o sobre el escenario, Soledad Lagos nos presenta una obra que remueve las convenciones del discurso amoroso más cercano al melodrama, a punta de canciones, y más lejano a individuos que conquistan su plenitud. Quizás es momento de dar vuelta la página.
Andrea Jeftanovic